¿Es factible un impuesto extraordinario a los millonarios chilenos?
La crisis del Covid-19 está redefiniendo muchas de las prioridades del país, pero se mantiene una línea general que consiste en proteger a las empresas por sobre los trabajadores. Se parte de la base que el empresario es un bienhechor que da empleo, por ello, se han trasformados en intocables y así, la autoridades les “solicitan” a las Isapres que suban los planes o “convencen” a la banca para que no alce los intereses.
Pero exigir un aporte serio a los empresarios es casi imposible. Parecieran conformarse con chistosas donaciones así mismos. Sin embargo, es necesario que el país asuma que sólo superaremos la crisis fortaleciendo el aparato público y este no puede ser financiado por los ciudadanos a pie. Es hora que los ricos se pongan, sobre todo, si tal como sucedió en la crisis asiática, recurren al Estado cuando tienen dificultades.
En Argentina, un grupo de parlamentarios liderados por Máximo Kirchner, está promoviendo un proyecto de ley cuyo propósito es instaurar un impuesto extraordinario del uno por ciento a las 15 mil personas más ricas del país. Supone que la medida proveerá al Fisco de una cifra cercana a los mil millones de dólares, que alcanzaría a financiar parte del programa de protección a los grupos vulnerables de cinturón marginal de Buenos Aires. Es una iniciativa sobre la cual aún no hay consenso en el gobierno argentino, pero que muestra la forma en que, un sector relevante del país trasandino, busca enfrentar una crisis por el lado correcto.
En Chile, también es necesario generar alguna gestión que promueva un impuesto a los más ricos, cuestión que debería ser permanente, pero que choca con el esquema cultural que el neoliberalismo impuso durante las últimas décadas, el que ubica al empresario como intocable y sus intereses son confundidos con los de toda la nación. El Estado sólo sirve para que socorra a los privados y estos lo consideran un derecho poco menos que divino.
No está lejano el tiempo en que el Estado ayudó a la banca, durante la denominada crisis asiática, pero tanto gobernantes como banqueros prefieren olvidar aquella situación y no están dispuestos a un cambio. Pareciera que a la élite político-empresarial chilena le gusta compararse con los europeos, pero es solo una pose que busca justificar, en términos culturales, con un ejemplo altisonante y con cierta “clase”, las formas en que ejerce su férrea dominación. Evaden a propósito los numerosos tributos que cancelan las empresas en Europa y ocultan que el gran progreso que ha logrado el viejo continente para proteger a sus habitantes, se debe a la aplicación de un conjunto de gravámenes a quienes poseen grandes fortunas.
En Chile ni siquiera tenemos claro los montos que poseen los grandes multimillonarios, ya que un porcentaje de sus ingresos se encuentran protegidos en los paraísos fiscales, cuya información es difícil de pesquisar por el secreto que mantienen.
Un cambio cultural de fondo significa disminuir al máximo los privilegios, por lo que es hora de luchar para que en el país se imponga, como mínimo, que los millonarios paguen justos impuestos.