La epidemia del coronavirus opacada por un crimen racial

La epidemia del coronavirus opacada por un crimen racial

La noticia mundial estuvo concentrada en Estados Unidos y relacionada al racismo y al atropello a los derechos humanos de un ciudadano de origen afroamericano muerto en una bestial agresión. Su fallecimiento generó un fuerte repudio en todo el mundo. Trump respondió con más represión lo que solo aumentó la protesta.

La rebelión de los de abajo en el paraíso capitalista

Las imágenes son más que elocuentes, une protesta con aire de insurrección se desató en 140 ciudades estadounidenses después del asesinato del ciudadano afroamericano, George Floyd, de 46 años, a manos de cuatro policías blancos en Powderhorn, vecindario ubicado en el sur de Minneapolis, ciudad del Estado de Minnesota. El hecho fue uno más de numerosos homicidios perpetrados por fuerzas policiales en contra de personas pertenecientes a las “minorías” afroamericana y latina.

La gran diferencia estuvo en la grabación del criminal suceso por parte de varios transeúntes, quienes lo subieron de inmediato a las redes sociales. Además, también sobresalió la extensión de todo el proceso que culminó con la arbitraria detención y posterior fallecimiento de Floyd el pasado lunes 25 de mayo.

El oficial Derek Chauvin, ayudado por Thomas Lane, Tou Thao y J. Alexander Kueng, redujo en el piso a Floyd presionando con la rodilla su cuello por más de largos 8 minutos y 46 segundos, en un estúpido lucimiento de superioridad frente al público. Fue una más de las constantes muestras de racismo homicida que se suceden en el país norteamericano que se ufana de ser demócrata.

El asesinato provocó una espiral de protestas que fue subiendo de tenor en la medida que se intentó disminuir la gravedad del hecho, ya que los policías no eran arrestados y cuando los detuvieron, recién el 29 de mayo, la acusación contra Chavin fue homicidio involuntario en segundo grado. Una burla a todas luces.

Donald Trump, con un pésimo manejo de la situación y, en los hechos, evadiendo la gravedad del asesinato, comenzó su propia guerra contra los manifestantes, culpando a grupos izquierdistas de organizar las manifestaciones e, increíblemente, les dejó el espacio representativo de la justicia a sus enemigos políticos que no dejaron de aprovechar la ocasión para arrinconarlo.

Trump no alcanza a ponderar los factores políticos y culturales que están detrás de las manifestaciones porque considera a los afroamericanos y latinos como ciudadanos de segunda categoría. Las protestas se expanden por todo el mundo y apuntan al modelo racista y clasista que siempre ha imperado en Estados Unidos. Voceros del gobierno chino criticaron a Trump el doble estándar que mantiene al defender a quienes protestan en Hong Kong, mientras, Biblia en mano, le declara la guerra a su propio pueblo.

Un país construido sobre el extermino y el racismo

Estados Unidos es un país que surgió de la invasión de un grupo de colonos blancos, fanáticos religiosos cristianos, que se asentaron en un territorio ajeno exterminando a las naciones originarias que la poblaban. Las colonias lograron un alto desarrollo con la importación de tecnología y numeroso migrantes europeos, muchos de ellos aventureros sin escrúpulos, que desequilibraron la cifra de habitantes en contra los pueblos indígenas. En el sur se instalaron grandes plantaciones que progresaron gracias a los esclavos traídos desde el África. El fin del esclavismo abasteció con mano de obra afroamericana el norte industrial, mientras las zonas agrícolas del sur comenzaron lentamente a utilizar migrantes mexicanos, los “espaldas mojadas”. Así, cuatro grandes grupos étnicos constituyen hoy la sociedad estadounidense, los blancos de origen europeo y las “minorías” afroamericana, latina e indígena. Sin embargo, el poder político y económico está en los blancos anglosajones, quienes mayoritariamente creen que son dueños del país por derecho natural. Así, la discriminación y el racismo estás instalados y se manifiesta en todas las aberraciones que supone una filosofía de este tipo y quienes no funcionen bajo dichas normas, aun en actos cotidianos, sufren desde el maltrato hasta el asesinato. De este modo, las autoridades son formales, un grupo de poderosos empresarios, políticos, militares y religiosos blancos manejan todas las decisiones. El que supone un peligro a tal poder, sea simple ciudadano o presidente, es asesinado. La historia de Estados Unidos está llena de tales casos y no parece cambiar.