La insoportable basura de los matinales de la televisión

La insoportable basura de los matinales de la televisión

A la Derecha y los grupos empresariales no les interesa que sus ideas sean asumidas masivamente, todo lo contrario, su esquema elitista los hace concentrar en medios afines y exclusivos sus discursos y planteamientos básicos, pero eso no significa que descuiden la construcción de contenidos para el resto de la gente a la que consideran inferior. Todo lo contrario, el tema radica en que se sustenta en una profunda convicción ideológica que asegura la existencia de dos tipos de personas, por un lado aquellas que crean la riqueza y, por otro, el resto del país que usufructúa de ella. Es el caso de Juan Sutil, presidente de la Confederación de la Producción y el Comercio, quien no se cansa de repetir que los empresarios son los que producen mientras que las municipalidades y las reparticiones públicas solo generan gastos. Es la concepción de banqueros, dueños de fábricas, forestales, mineras, gran comercio, empresas de turismos, medios de comunicación y otros rubros, los que arrastran tras dicha concepción a sus administradores no propietarios, junto a políticos, jueces, faranduleros y diversos componentes de un bloque que vive su propia realidad. Tras este propósito han avanzado de tal forma, que ya se perdió todo recato y se puede observar a periodistas o conductores de un programa, en medio del libreto transformarse en anunciadores del producto o firma que los auspicia, sin que el receptor pueda diferenciar ambos discursos, en un aprovechamiento servil de la imagen de quien está frente a las cámaras. En un mezcla única de conducta rastrera y de vulnerabilidad frente al “sponsor”.

Sin embargo, no descuidan la elaboración de un discurso para el resto, ya que el objetivo es mantener el control social que les asegure poder dominar al conjunto de la población. Por lo tanto, los contenidos deben ser impuestos de manera implícita, tras el objetivo de divertir y desviar la atención sobre la realidad, construyendo una distinta y que sirva a propósitos muy bien definidos. En este sentido, la utilización de los medios de comunicación es clave y entre estos, la televisión abierta es estratégica y dentro de ella, la programación banal y entretenida. Así, no les interesa que la gente se informe, vea, lea o escuche a su ideólogos, sino que se entusiasme viendo programas como Morandé con Compañía, la Doctora Polo y, especialmente, los matinales que disputan las audiencias de las dueñas de casa.

Es evidente que cualquier medio no puede remitir sus programas a la permanente emisión de mensajes de extrema profundidad. La capacidad de atención y agotamiento sería muy alta, por lo que debe existir una combinación equilibrada que atraiga a los receptores, de lo contrario se monotematiza la producción mediática. No obstante, los matinales transitan a contracorriente y optan por la uniformidad cuestión que puede ser aplicable a momentos de euforia como los triunfos en las copas sudamericanas de futbol, pero en conflictos complejos como los que ha vivido el país los últimos meses, es un esquema inservible. De allí el alza de las críticas al formato y contenidos.

Es lo que la gente quiere ver

La evidente chabacanería y el poco pudor de la programación de los matinales y de quienes los dirigen y conducen, genera numerosas críticas de expertos y principalmente, de muchas y muchos de sus agentes receptores. Esto último se debe a que obviamente, el cambio cultural que venía incubándose desde hace años, provocó un fuerte rechazo a las instituciones responsables de la desigualdad y sus cómplices, entre ellos, medios de comunicación que simbolizan el establishment, en especial la televisión y en su interior noticieros y matinales. Los programas matutinos deben disputar una audiencia concreta aumentando la competencia, cuestión que a la vez, acrecienta la necesidad de atraer mayor público, no respetando reglas mínimas de compostura, mucho menos de recato.

Los propietarios de los canales de TV no alientan cambios porque se verían afectados sus intereses, por lo que rechazan cualquier variación y aunque asumen la existencia de un creciente cuestionamiento no tienen otra opción. En tal sentido, el discurso de los matinales permanece en forma y contenidos y su salida al aire se mantiene inalterable. Y a pesar de que el país cambió y ya no pueden validarlos con la frase, “es lo que la gente quiere ver”, los directores de los matinales reafirman la línea editorial y deben ceñirse a los intereses de trinchera de sus propietarios, así, manteniendo la banalidad como eje central de la información, con el recurso fácil al límite de la morbosidad, sin mesura alguna, se transforman en instrumentos políticos publicitando alcaldes gobiernistas o moderados, no reparando siquiera en las advertencias de la Contraloría que alertó: “la participación recurrente de alcaldes en programas de radio y televisión en, horario laboral -particularmente en matinales… además de frivolizar la función pública, puede implicar distraer indebidamente tiempo que debe destinase a las labores propias de la autoridad municipal”. Pero es en vano, no se intenta rectificación alguna, y al igual que el viejo estilo folletinesco de las telenovelas, los matinales se está convirtiendo en un subgénero, una especie de categoría con estructura narrativa propia, provisto de contenido superficial, apelando al formato tragicómico y al lucimiento de las intimidades de estrellas locales con las que un fiel público se siente representado y quisiera imitar. Los cambios urgentes que requieren estos programas solo se efectuarán cuando la sociedad se democratice y la comunidad entera participe de una política comunicacional que responda a los intereses de la mayoría.