Un Acuerdo Nacional sin cambios al modelo económico es una faramalla

¿Acuerdo Nacional con el mismo modelo?
Desde el gobierno se planteó a las fuerzas políticas con representación parlamentaria, alcanzar un acuerdo que permita tener una estrategia común frente a la epidemia y en un eventual proceso posterior a su término. Sin embargo, es un pacto acotado a los ejes expuestos por el ministro de Hacienda, por lo que nadie puede proponer algún tipo de rectificación a las políticas económicas que generaron las dificultades que mantiene el país. No obstante, es probable que desde la llamada oposición, algunos partidos acepten lo propuesto por el gobierno, debido a que están por reforzar el modelo neoliberal y siempre han, adherido sin complejos a los componentes del llamado Consenso de Washington. No puede esperarse algo positivo de tales pactos a espaldas de la ciudadanía.
El gobierno se encuentra en muy mal pie debido al pésimo manejo de la pandemia de Covid-19. La alta cifra de contagios, entre los primeros del mundo, más el millar de muertes, no son para vanagloriarse, sobre todo, si el coronavirus alcanzó su máxima intensidad en Chile y Latinoamérica en la cuarta oleada después del Oriente, Europa y Estados Unidos, lo que demuestra que hubo tiempo suficiente para prepararse. Sin embargo, las deficiencias estructurales del país producto de la aplicación de un modelo que sólo favorece a una minoría, imposibilitan cualquier gestión exitosa sin generar cambios profundos. La tozudez de los economistas neoliberales de la Derecha y la Nueva Mayoría, fanáticos devotos del Consenso de Washington, edificó un país con grandes insuficiencias y desigualdades que la ciudadanía aceptó a regañadientes durante largo tiempo, hasta que explosó el 18 de octubre. Evidentemente, la destrucción de los aparatos del Estado que protegían a la comunidad, efectuada durante el pinochetismo, continuada y mejorada en los gobiernos post dictadura, hoy se aprecia en toda su magnitud, inclusive, la aparición de amplias estructuras de servicios privados, demostró que sólo eran meros negocios o pantallas para el desvío de recursos estatales a empresarios amigos, con más escenografía e imagen que capacidad para resolver problemas de la población. Sólo el Estado y, principalmente, las y los trabajadores han respondido, el resto ha estado al debe. Las preciosuras del modelo, léase empresarios, banqueros, parlamentarios, las estrellas de los noticiarios de la TV, los médicos de clínicas exclusivas, administradores de corporaciones, opinólogos de la farándula y otros, constituyen cero aportes a una cuestión concreta, salvaguardar la vida de las personas. Acorralados en sus mansiones, los integrantes de la élite esperan que pase el vendaval esperanzados en que nuevamente volverán a ser las estrellas, ya que la sociedad está definida y organizada para que puedan reinar. Paradojalmente, esperan que el Estado, aquello que más temen, desprecian y odian, les resuelva los problemas y devuelva su estatus. El resto, la gran mayoría de los habitantes del país, se debate entre el necesario resguardo y la sobrevivencia diaria. En ollas comunes, en las puertas o cajeros de los bancos buscando sacar ahorros, sufriendo el hacinamiento, esperando no ir a los hospitales por el temor al contagio, cesantes y sin posibilidad de salir a “rebuscársela”, soportando a un gobierno que sin pudor alguno hermosea los datos, con la salud mental al límite y, además, con el suplicio de saber que al pasar la pandemia, que en algún momento amainará, quienes dominan intentarán que todo siga igual. Para asegurar que el país retome la ruta neoliberal, los empresarios y el gobierno, intentan alcanzar un Acuerdo Nacional cuyo objetivo es rescatar y restaurar el modelo neoliberal, no tiene otro objetivo y como siempre lo enmascara con frase para el bronce como “salvar el empleo”. Sin embargo, es imposible que el país vuelva ser como antes.
En este marco, inclusive algunos partidos de izquierda se apresuraron a proponer medidas paliativas en el marco del modelo, lo que parece un chiste. El gobierno ha entendido de forma correcta que una crisis económica solo se resuelve políticamente, por ello, intenta eludir el aislamiento y su creciente debilidad ante el fracaso en contener la pandemia. No obstante, no concibe otra salida si no es en término de conservar el modelo. A continuación sintetizamos los principales pilares de la economía neoliberal chilena que deben ser revisados en cualquier conversación seria que se mantenga. Es el decálogo maldito que favorece ampliamente a la pequeña elite y que para el pueblo significa un desastre mayúsculo.
1. La autonomía del Banco Central. El Fondo Monetario Internacional, FMI, acaba de aprobar un préstamo de casi 24 mil millones de dólares, “solo para países que tienen muy sólido fundamento macroeconómico”. Pero según el ministro Briones, “no es un préstamo al gobierno chileno y por ende no está destinado a financiar gasto público… es una facilidad precautoria”. El Banco Central, por ley, sólo entrega financiamiento a los bancos y financieras. En 1989, una de los “amarre” de Pinochet fue precisamente la Ley Orgánica Constitucional18.840 en el que establece su autonomía del Estado chileno, a pesar de que sus consejeros son nombrados por el presidente de la república previo acuerdo con el senado. Una de las tantas cocinas entre la Derecha y la Concertación- Nueva Mayoría es la nominación de los consejeros del Banco Central, un cuoteo político efectuado, obviamente, en el marco de la adhesión irrestricta al modelo neoliberal imperante
2. La obsecuencia al FMI. El carácter del préstamo otorgado al Banco Central es un seguro que el capital financiero internacional entrega a uno de sus “regalones”. Un indicativo de la dependencia y evidente compromiso que el Estado tiene con el sector “globalista”, hasta hace poco hegemónico en el escenario mundial. De esta manera, el acuerdo que pretende alcanzar el gobierno lo hará condicionado a este implícito factor del que nadie habla y que explica la apertura del “laguismo” para apoyar a Piñera. Aunque algunos tontitos seudoizquierdistas adeptos a los negocios con la Derecha ni siquiera imaginan esta arista. La independencia frente al FMI es factible ya cualquier país puede mantener cuentas fiscales sanas sin estar adscritos a sus inflexibles medidas de ajuste.
3. Un gasto fiscal ajustado. La epidemia ha dejado en claro la decisión de los economistas neoliberales para no ampliar el gasto fiscal y, así, ir en ayuda de los hogares perjudicados. Esto se relaciona directamente con la denominada disciplina fiscal, tesis que resguarda los fondos estatales para que estos sean utilizados por el sector privado cuando los necesite. Así, los servicios del Estado se reducen, sus funcionarios sobreviven con bajos sueldos, la infraestructura se deteriora y el país muestra datos macroeconómicos aceptables, pero con un pueblo desprotegido y sobreviviendo endeudado.
4. Absurdo resguardo de fondos soberanos y las reseras internacionales y negativa para ampliar endeudamiento. El país cuenta con 40.588 millones de dólares en reservas internacionales, además de otros miles de millones de dólares en fondos soberanos, sin embargo, el gobierno como otros economistas neoliberales, no quieren acudir a tales stocks porque señalan el carácter transitorio que debe tener el gasto en la crisis. Igualmente, se rechaza que Chile se endeude tal como lo hace la mayoría de los países. De manera paradojal, se incentiva el endeudamiento de las personas con bancos, en el retail y otros, pero aquello no puede hacerlo el estado chileno. 5. El artículo 161 del Código del trabajo. La cantidad de trabajadores despedidos por esta normativa es altísima, lo que se ha convertido en un abuso. Se supone que debe ser utilizado cuando una empresa tiene problemas, sin embargo, se usa masivamente en el momento que un empresario lo desee, aun cuando su compañía no esté en riesgo de inminente quiebra.
6. El sistema de AFP. Está de más ahondar en el drama que viven las y los pensionados del país. Mantener el régimen de capitalización individual con administración privada de los fondos es ahondar la pobreza, cuestión que hoy se agrava.
7. Un sistema tributario que favorece a los ricos. El sistema impositivo chileno es absolutamente regresivo, ya que los ingresos estatales vía impuestos lo sostiene el conjunto de la población, mientras que la tributación de las mayores fortunas y las grandes empresas es exiguo. Chile es uno de los países con menor tributación de las grandes fortunas en todo el mundo y en esta crisis se ha notado. Este absurdo no puede seguir.
8. El traspaso de fondos estatales a los negocios privados.
Así como los trabajadores traspasan mensualmente una gran cantidad de fondos a las AFP, el Estado también entrega una enorme suma de dinero a la educación subvencionada privada o al sistema de salud privado, así como entrega grandes subvenciones a la industria forestal y otras. Es un monto gigantesco destinado solamente a fortalecer fortunas privadas. 9. Primarización de la economía y desprotección de la industria nacional. Chile ha mantenido una economía abierta que desfavorece el desarrollo de la industria nacional y fomenta la exportación de productos básicos, impulsando el extractivismo. Tal esquema aumenta la dependencia del país, especialmente, en situaciones de crisis como la actual.
10. Independencia científica. La ausencia de una política de desarrollo científico tecnológico deja al país en una debilidad extrema en el tema del saber y peligrosamente expuesto a quedar marginado de la economía del conocimiento. La crisis del coronavirus dejó al descubierto dramáticamente, el retraso inconcebible que el país mantiene en esta estratégica área.

El país y el mundo enfrentarán cambios a partir de la epidemia que el neoliberalismo no podrá enfrentar
Los estrategas del gobierno y de la oposición que concurrirán al acuerdo nacional de Piñera, no aceptan que a raíz del coronavirus se generarán transformaciones sobre las cuales aún es prematuro teorizar, pero que, no cabe duda alguna, se desarrollarán indefectiblemente. Enfrentar los cambios obliga al gobierno a reunir muchas voluntades, por lo que debe ceder y readecuar su gestión, sin embargo, tenemos un modelo de desarrollo agotado que eclosionó en octubre pasado. La facilidad con que la elite neoliberal maneja hoy los bastiones de poder, debido al inmovilismo generado por el coronavirus, le produce la sensación de que tal situación fue sobrepasada. Pero, la epidemia no es la tabla de salvación como creen los estrategas del 2° piso de La Moneda, es una duplicación de dificultades y su falencia principal es la ausencia de proyecto alternativo y las opiniones de dirigentes y economistas de la llamada oposición democrática, demuestran que tampoco lo tienen y no pueden separar deseos con realidad. La crisis no es transitoria y va más allá de los equilibrios macroeconómicos. ¿Las ciudades volverán a ser iguales? Imposible. Y Chile es un país cada vez más urbano. El azote del coronavirus es la primera epidemia del siglo XXI que marca las que vendrán, quizás inimaginables en estos momentos, pero ya están aquí. El esquema de manejo de poder por parte del gobierno fue un fracaso y el desmantelamiento del Estado desde hace varias décadas nos pasó la cuenta. Así, la Covid-19 arrasa en altos índices y muertes situándonos, hasta el momento, entre los países de peor desempeño en el mundo. Las cifras son claras. Eliminar los elementos que provocan la desigualdad y que tienen al país dividido entre privilegiados y una mayoría a pie, es fundamental para constituir una fuerza unitaria nacional. Por lo tanto, deben discutirse los elementos que provocan la división, no serán rentables los acuerdos entre quienes han estado de acuerdo durante los últimos años manteniendo discrepancias para la galería tras el voto fácil, ya que todas sus propuestas indican que no dejarán la ortodoxia neoliberal.
Si los empresarios, el gobierno y las cúpulas de los partidos de la ex Nueva Mayoría, todos sumisos hijos del FMI, persisten en acomodos de corto alcance provocarán un eminente desastre que no es anecdótico, porque al igual que la epidemia Coivd-19, genera padecimiento en las personas, sobre todo las más vulnerables, calamidades que no pueden ser resarcidas con migajas como son los bonos o los cuartos de salario. Sin cambios en el modelo, el futuro se avizora problemático.