Globalistas intentan apropiarse de la protesta estadounidense

La movilización del pueblo norteamericano y la torpe respuesta del supremacista Donald Trump, está siendo aprovechada por alcaldes, gobernadores y financieros para retomar el poder e impulsar el gobierno mundial.
La performance de Nancy Pelosi, presidenta de la cámara de representantes de Estados Unidos y líder de los demócratas en el Congreso, arrodillándose en homenaje a George Floyd, más allá de la impúdica utilización política de una situación opresiva y racista de la cual ella es responsable, muestra la voluntad de la facción globalista para recuperar la hegemonía aprovechando la ofensiva de la comunidad norteamericana y mundial contra el supremacismo blanco proteccionista que encarna Donald Trump. No es la primera actuación hollywoodense de esta clase, el primer ministro canadiense Justin Trudeau, efectuó el mismo gesto inaugurando el cortejo de cínicas reconvenciones de personeros globalistas que intentan constituirse en alternativa frente a los males de una sociedad capitalista de la cual son acérrimos defensores. Obviamente, Nancy Pelosi no alerta que, en sólo tres meses de pandemia, los millonarios estadounidenses aumentaron su riqueza en medio billón de dólares, mientras lloriquean con la crisis económica que sobrevendrá junto con la pandemia. Asimismo, los televidentes norteamericanos pueden observar a la multimillonaria y farandulera Oprah Winfrey, verter lágrimas de cocodrilo por sus hermanos afrodescendientes después de haber gozado de todos los frutos del poder, como miembro activo del clan Clinton y premiada por el ex presidente Barak Obama con la Medalla Presidencial por la Libertad. Asimismo, la ofensiva globalista norteamericana debe ligarse al llamamiento efectuado por Tony Blair y Gordon Brown, abogando por la constitución de un gobierno global para luchar temporalmente contra la pandemia del coronavirus y su “gemelo” la crisis económica mundial. Tony Blair, junto a George W Bush, lideró la invasión a Irak y asumió que dicho país mantenía una producción de armas de destrucción masiva, lo que nunca se comprobó, por lo que ha debido soportar múltiples cuestionamientos, aunque no cambia su postura globalista. Inclusive al ser acusado como criminal de guerra por familiares de soldados británicos muertos en combate, señaló desenfadadamente que “Hoy Irak está mucho mejor y el mundo es mucho más seguro”, por supuesto el poder que aún mantiene impidió que fueses condenado por las muertes de los 179 militares del Reino Unido acaecidas durante la invasión.
En la actualidad, Tony Blair dirige el Institute for Global Change, un poderoso thing tank que asesora a diversos gobiernos para que apliquen una eficiente vigilancia tecnológica a sus ciudadanos. George Soros, el multimillonario globalista actúa promoviendo su causa mediante la Open Society Foundations y cuyo reciente proyecto es crear una universidad global, ha sido acusado de intentar manipular el movimiento Black Life Matters, BLM, a través de cuantiosas donaciones. Pero el paroxismo llegó al límite con Jamie Dimon, gerente del Banco Morgan, un pilar globalista, quien se habría arrodillado frente a la bóveda de la entidad.
Con la caída de la Unión Soviética el planeta se convirtió en un solo mercado financiero, comercial, bursátil y crediticio. Luego, la explosiva aplicación de tecnologías telemáticas aumentó la conexión y permitió que funcionara las 24 horas. Paralelo a esta colosal expansión surgió como ideología el globalismo, la que estableció como objetivo la dominación mundial capitalista, propósito para el cual se debían debilitar las ideas y estructuras que eventualmente se les podían oponer, principalmente, los estados nacionales junto a numerosos tratados y estructuras multilaterales. Para el caso de los estados, no hubo consideración con las soberanías nacionales, aprovechando el dominio unipolar militar se arrasó con países que intentaron mantener diferencias con las nuevas fuerzas dominantes. Así, el capital financiero, junto con desmontar los aparatos estatales, invadió los mercados nacionales por medio de las armas o la tentación crediticia, destruyendo aparatos productivos que podían competirles. Las grandes naciones industrializadas elaboraron un discurso para convencer al resto de que sus intereses eran los de todos. Igualmente, los tratados y estructuras multilaterales fueron anulados, ignorados, readecuados o copados por poderosas fundaciones privadas que homogeneizaron acción y narrativa acorde con los intereses de las multinacionales financieras, de las nuevas tecnologías de la comunicación, explotadoras de recursos naturales, consorcios de medios de comunicación y el complejo industrial militar. Surgía un gobierno mundial con espacio desterritorializado en plazas financieras.
La emergencia del BRICS y un nacionalismo proteccionista de “raza blanca” liderado por Trump y Boris Johnson, debilitó la hegemonía de los globalistas, pero estos aún son poderosos y pretenden volver a recuperar la plaza fuerte, el gobierno de Estados Unidos. Mientras tanto, incentivan todas aquellas acciones que les permitan debilitar a sus oponentes, aun cuando signifique participar o sumarse a acciones que no compartan. No les preocupa, al volver al poder se encargarán de poner a buen recaudo a sus hoy funcionales compañeros de ruta. El éxito de tal maniobra dependerá de la fortaleza ideológica del movimiento de protesta estadounidense.