Salvador Allende y la vigencia de su pensamiento a 112 años de su natalicio

Salvador Allende y la vigencia de su pensamiento a 112 años de su natalicio

La trayectoria política del presidente Allende adquiere cada vez más importancia en la medida que pasan los años. El historiador y analista político Patricio Quiroga entrega su visión de la vigencia de sus principales ideas.

Patricio Quiroga Zamora
Patricio Quiroga Zamora

¿Es Salvador Allende uno de los principales líderes de la izquierda latinoamericana del siglo XX?

Salvador Allende, no solo fue uno de los principales líderes de la izquierda en América Latina, también fue un estadista de talla mundial. En días azarosos, muy joven, denunció la persecución en el norte grande de jóvenes peruanos obligados a hacer el servicio militar en Chile, más tarde condenó el asesinato de J.E. Gaitán en Colombia y solidarizó con la revolución del MNR boliviano, a continuación denunció el derrocamiento de J. Arbenz en Guatemala. En los sesenta, no solo apoyo a la naciente revolución cubana, sino que llegó a participar en la Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS) de la cual fue su Presidente. De allí, por medio de los contactos partidarios, y de la Organización de Solidaridad para Asia, África y América Latina (OSPAAL), apoyó las luchas de los Movimientos de Liberación Nacional que intentaban independizarse del colonialismo. El rol de estadista se inscribe en el marco de la bipolaridad que imperaba por ese entonces, durante la segunda guerra mundial al momento de comprometerse con la lucha contra el fascismo, postuló un proyecto de carácter latinoamericanista, terminada la guerra apoyó las luchas anti coloniales saludando las Conferencias de Rangún (Birmania) y Bandung (Indonesia), en los sesenta las luchas por un nuevo ordenamiento mundial lo pusieron en contacto con plenipotenciarios como Chu En Lai, o el mítico guerrillero Ernesto Guevara. En sus periplos conoció realidades diversas como China, Vietnam, Perú y Venezuela. De manera que, como dirigente político de izquierda e internacionalista, antes de su ascensión al gobierno era reconocido como un avezado estadista. El liderazgo de izquierda y la impronta de estadista mostraron su dimensión durante el gobierno de la Unidad Popular. En ese momento histórico desde su visión-de mundo propuso un cambio radical para Chile. A partir su conocimiento de la realidad latinoamericana y partícipe de una concepción de carácter latinoamericanista que buscaba la integración regional buscó concordia en un contexto tenso con Argentina, Bolivia, Perú y Brasil. El compromiso con el sufriente Tercer Mundo quedó en la retina mundial con la realización de UNCTAD III. Por otra parte, su compromiso con las ideas mundiales de cambio quedo plasmada en la Cancillería en la idea (equivocada) que consideraba que se vivía la transición del capitalismo al socialismo a escala mundial.

¿La vía chilena al socialismo es la base de llamado socialismo del Siglo XXI?

La vía chilena se fundamentó en la relación entre democracia/socialismo y en el anhelo de realizar el cambio social sin el trauma de la violencia, la propuesta pudo haber sido el bosquejo para la transición al socialismo, siempre y cuando desde el enunciado se hubiesen resuelto los nudos teóricos-prácticos que asediaron a la Unidad Popular; a saber, la preservación de la democracia, la transformación de las instituciones, la neutralización de las fuerzas armadas, la mantención del funcionamiento de la economía, la expansión del poder popular, la satisfacción de las expectativas, el tema de los sectores medios, la política de alianzas, el cambio cultural para ganar la mayoría y la congruencia entre las tendencias internacionales y la realidad nacional. En fin, la destrucción sistémica desde el campo interno quedó inconclusa. Entonces, la vía chilena no puede confundirse con el tema de la participación electoral, era una propuesta de de- construcción estructural desde el borde interno de la institucionalidad, proyecto que a veces, insistimos, se reduce a lo electoral. La destrucción de la democracia en Chile, la imposición de las dictaduras que asolaron el continente y la irrupción neoliberal en sucesivas oleadas cambiaron el mundo de ese entonces. En medio de una depresión del capitalismo que aún se mantenía vinieron transformaciones en cascada como, la revolución de la informática, del transporte, la ampliación de los mercados, el derrumbe del capitalismo de Estado, la destrucción del sindicalismo, el impacto sobre la estructura social, el hundimiento del socialismo, el fin de la bipolaridad y la aparición (transitoria) de la unipolaridad luego de la guerra del Golfo. La humanidad, la izquierda, el ciudadano de a píe contemplaban estupefactos estos cambios, tanto que durante años no logró caracterizar el tiempo en que vivía; de manera que, cuando aún se vivían las repercusiones de derrumbe del campo socialista apareció la idea de la emergencia de un socialismo del siglo XXI. Mirada la historia de aquellos días la propuesta parecería ser una urgencia ideológica más que una profunda propuesta alternativa al desarrollo del capitalismo. En esos momentos de confusión y de crisis de la teoría crítica, del socialismo y de las izquierdas, la irrupción del socialismo del siglo XXI fue un esfuerzo, enorme, descomunal, y necesario para mejorar las condiciones de vida de miles requería y requiere de mayores precisiones teóricas, como lo demuestran la dependencia del extractivismo o, más simple la adopción del neoliberalismo en Nicaragua, el derrumbe económico de Venezuela, o la falta de vigilancia que posibilitó el golpe de Estado en Bolivia. Ahora bien, en ningún caso es una idea a desechar la propuesta sobre todo en las actuales circunstancias. En un sistema-mundo caracterizado por un orden mundial con hegemonía desequilibrada, con una economía inestable y con profusión de crisis, en el que desarrollo humano está trabado por desigualdades de nueva generación y en que la pareja pandemia/crisis económica asola al planeta y proyecta su sombra sobre la próxima década, la idea del socialismo del siglo XXI sigue siendo válida a condición de pensar la sociedad de futuro y de tomar en cuenta la vía chilena como ejemplo derrotado/mejorado, repensando la vía político institucional como proyecto de toma del poder sin asaltar el poder.

El proceso que de la UP se anticipó a su época con tesis como el revocatorio que aunque no se alcanzó a imponer estaba en el programa o la introducción del conocimiento con el proyecto Synco, ¿era una visión de futuro de Salvador Allende?

La espectacularidad del Proyecto Synco y otras iniciativas (revocabilidad) podrían permitir pensar que Salvador Allende fue un adelantado a su tiempo. El Proyecto Synco fue un esfuerzo conjunto de la Corporación de Fomento de la Producción, el Instituto Nacional de Tecnología y la Empresa de Computación e Informática de Chile, bajo la asesoría del especialista inglés Stafford Beer. El objetivo era lograr la aplicación de la cibernética organizacional al sector industrial del Área de Propiedad Social. Durante el paro patronal de octubre (1972) Synco tuvo su prueba de fuego cuando el espectro del hambre amenazó al país al coordinar en tiempo real el abastecimiento a la población. Lamentablemente, en medio de las vicisitudes de aquellos días no logró ser presentado quedando así una sensación de misterio a su alrededor, lo que ha dado a pábulo a diversas interpretaciones. Más que adelantarse a su época Allende interpretó a cabalidad la realidad nacional. En primer lugar, detecto que en Chile había un Estado-integral caracterizado por la ligazón entre sociedad civil y sociedad política donde el Estado no solo era un aparato gubernamental, sino también un aparato creador de hegemonía. En otras palabras, dominación política (dictadura) y dirección cultural (hegemonía) se equilibraban. En ese Estado el poder efectivo unía explotación económica, dominación política y dirección ideológica, pero dejaba una brecha para irrumpir por la existencia de una institucionalidad liberal y una contra cultura subalterna. En segundo lugar, diferenció la sociedad chilena de aquellas sociedades en que la sociedad civil era primitiva en donde las grandes mayorías eran fuerzas pasivas, receptivas y sometidas, donde la ausencia de sociedad civil permitía el asalto al Estado. En tercer lugar, logró diferenciar entre la toma del poder que exigía detectar las brechas de la defensa enemiga e irrumpir en ellas en una ofensiva frontal con la primacía del esfuerzo violento de la organización político-militar, como había sido el caso de las revoluciones triunfantes. Dicho de otra manera, Allende privilegió una estrategia más complicada sustentada en la acción de la mayoría movilizada poniendo la política sobre el arte militar. En suma, lo que se considera como aspectos que se adelantaron a su tiempo corresponden a un acabado conocimiento de los aspectos nacionales e internacionales de su tiempo, es decir, a un profundo poder de análisis político bajo las condiciones del capitalismo de Estado.

¿Se puede hablar del allendismo? si así fuera, ¿cuáles son sus principales elementos político-teóricos?

Salvador Allende dejo para la posterioridad un nutrido conjunto de escritos en los que el contenido teórico está subordinado a la acción política. Su obra está contenida en cuatro grandes subconjuntos; a saber, 28 documentos que dan cuenta de la formación de su pensamiento entre 1926-1939; 260 documentos que permiten entender la acción política y definiciones sociales entre 1939-1952; 290 documentos que conducen al descubrimiento de la estrategia político- institucional entre 1952-1970; y 176 documentos relativos al período de la Unidad Popular, 1970-1973. Son documentos que aún esperan ser estudiados para una mejor comprensión de los afanes de Allende. Estamos frente a una voluminosa obra que se fue desplegando en función de la búsqueda de respuestas a las demandas de las coyunturas nacionales e internacionales. Fue una construcción larga, con avances, estancamientos y retrocesos, un camino sinuoso, asediado por la ortodoxia imperante, la sobre teoría de algunos sectores y por el estado de la ciencia social de su tiempo.

Allende resolvió diversas disyuntivas desde la práctica política y estuvo a punto de “tomar el cielo por asalto”, aunque indudablemente le faltó resolver problemas, pero fue el mismo quién los puso en discusión…o, ¿qué otra cosa es la II vía al socialismo…sino un problema no resuelto? Como puede apreciarse, en Allende encontramos una búsqueda permanente. En sus Obras Escogidas encontramos explicaciones para entender el siglo XX, de hecho vivió bajo tres formas y tipos de Estado durante su vida, es decir, el Estado oligárquico, el Estado “gelatinoso” y el capitalismo de Estado. En este contexto aparecieron ideas sobre el humanismo, el latinoamericanismo, la concepción socialista de la sociedad, el repudio al rol del capital monopólico, temas como estrategia y táctica, controversias con autores y un proyecto sobre Chile. Ahora bien, encontrar los caminos para entender y transformar las sociedades del siglo XXI es otra operación. El tiempo histórico cambió desde 1974. A nivel nacional, con el quiebre de la democracia emergió un Estado autoritario, punto de partida para la construcción del Estado neoliberal. A escala mundial se produjo la recomposición mundial del capitalismo, a continuación sobrevino el colapso del capitalismo de Estado, terminó la bipolaridad, y el capital financiero pasó a dominar la escena económica en el marco de la globalización. Estos cambios pudiesen haberlo mandado al olvido para solo sacarlo del panteón cada cierto tiempo; pero quedó para la posteridad el allendismo, es decir, un proyecto de sociedad, un programa de gobierno, la vía político institucional, la búsqueda de una línea para el período, una ética, la visión sobre el carácter de la época y la búsqueda del instrumento orgánico para preparar el cambio…factores determinantes que incitan a reflexionar a quienes se sienten convocados por las luchas contrahegemónicas del siglo XXI.

¿Qué significa su muerte en combate para las futuras luchas populares, en especial las desarrolladas a partir del 18 de octubre del año pasado?

Ningún Presidente latinoamericano en lo que iba del siglo XX, en la hora crucial del golpe de Estado, resistió tan altivamente, sin temor, con dignidad y conciencia de futuro el embate autoritario, cuidando de no causar mayores quebrantos a sus colaboradores y adherentes. Ante una rara muestra de decisión política y valor personal frente a la muerte, no es extraña la sublimación del acto. La imagen del Presidente envuelto en una bandera chilena suscitó las versiones del Allende-muerto-en- combate y la del Allende-suicidado. Algunos se ajustaron a la verdad, otros a la imaginación. Así se construye el mito: sociólogos, periodistas, políticos, cantautores y poetas, contribuyeron a la transformación del dirigente político en ícono histórico. En fin, las interpretaciones son variadas. Algunas permanecen ancladas en el pasado, otras intentan dar conducción a las aspiraciones de muchos, otras lo ensalzan y mistifican. Es indudable que un Allende muerto-en-combate fue un mito importante para los que enfrentaron a la dictadura con todas las formas de lucha, un Allende estrictamente político-institucional fue importante para otros en el rediseño de los objetivos históricos y de las alianzas políticas.

La forma de la muerte no es lo determinante, es importante en los imaginarios; pero en este caso, la muerte sobrevino al final de un largo proceso histórico y político iniciado, a lo menos en 1952, con la fundación del Frente del Pueblo. En otras palabras, el desenlace solo se puede comprender a condición de entenderse el contexto en que se produjo, caracterizado en el plano internacional por la confrontación bipolar, la irrupción de los movimientos de liberación nacional y la fortaleza de la clase obrera internacional (por la industrialización). A ello debe agregarse la fortaleza de la izquierda chilena, la existencia de fuertes partidos, sindicatos, federaciones campesinas y estudiantiles convocados/movilizados por el tema del poder, acompañados de una sólida cultura y reflexión teórica. Entonces, en el contexto del capitalismo de Estado había aparecido una consistente fuerza político-social con objetivos históricos y apoyo internacional…pero, esa sociedad se desintegró con el golpe de Estado. La sociedad que la reemplazó cambió el Estado, cambió la economía, reestructuró la estructura social, resquebrajó las solidaridades.

Más aún, debilitó a los partidos políticos, a los sindicatos, el campesinado sindicalizado quedó fuera de la escena, los estudiantes corren por cuenta propia y desmembró al movimiento de los pobladores, además, desapareció el viejo apoyo internacional. En ese sentido el estallido del 18 de octubre visibilizó lo que la Concertación/Nueva Mayoría invisibilizó, la desigualdad estructural, estruendosamente rechazada desde el malestar que corroe a la sociedad. Convocatoria que abarca a diversos componentes de la estructura social; una lucha heroica, indudablemente, que probablemente va a proseguir una vez terminada la pandemia, pero que requiere reforzar estrategias, tácticas, unidades/solidaridades y proyecto histórico. Elementos todos que tal vez podrían lograrse en corto tiempo si los esfuerzos se dirigieran a la ganar la Asamblea Constituyente, anhelo complejo porque el gobierno está recortando la democracia y comprando armas. En ese contexto un Allende -muerto en combate- es más bien un aspecto simbólico, importante para acrecentar el estado de ánimo, pero de ninguna manera un aliciente para la lucha armada, como desaprensivamente podría desprenderse de la pregunta. En suma, lo que está presente, más que un Allende muerto, de tal o cual manera, es el allendismo.