El golpe de Estado hondureño que reinauguró las asonadas golpistas en Latinoamérica

El 28 de junio del 2009 un grupo de militares asesorados por la CIA y el Mossad israelita sacó de la cama al presidente de Honduras y lo expulsó en pijamas a la vecina Costa Rica.
Fue la inauguración de una serie de destituciones ilegales de presidentes de naciones cuyos gobiernos eran contrarios a la política estadounidense en la región. Tres años después, el 22 de julio de 2012, el parlamento paraguayo derrocaría al presidente Fernando Lugo. El último golpe de Estado ocurrió en Bolivia, el 10 de noviembre de 2019, realizado contra el presidente Evo Morales Ayma, hace solo ocho meses.
La contraofensiva estadounidense dirigida por Hilary Clinton
Las asonadas golpistas en Latinoamérica en la segunda década de este siglo coinciden con la llamada “primavera árabe” y las “revoluciones de colores”. Un conjunto de maniobras con un alto nivel de actividad conspirativa contra gobiernos elegidos en forma democrática, pero que no se encontraban alineados totalmente con las políticas del Estado Profundo por lo que ponían en peligro su expansión hacia la gobernanza global. En Latinoamérica, el socialismo chavista y el nacionalismo estatista denominado “progresismo”, desarrollaban políticas audaces, sociales distributivas e integradoras latinoamericanas y constituían una serie de estructuras que iban en contra de los intereses del capital financiero, el entonces sector hegemónico absoluto en el escenario político y económico mundial.
El Departamento de Estado con Hilary Clinton a la cabeza, se esforzaba por arrasar a sus enemigos, segura de actuar en un orden mundial unipolar, sin una fuerza contrahegemónica que pusiera límites a sus objetivos de dominio planetario. Inclusive osaba burlarse por la forma en que sus enemigos políticos eran asesinados como sucedió con líder libio Muammar Gadaffi. En el caso latinoamericano fue el inicio de una contraofensiva que se ha mantenido invariable con el gobierno de Trump, porque tanto demócratas como republicanos o globalistas como nacionalistas proteccionistas, coinciden en que todo país ubicado al sur de Estados Unidos pertenece a su patio trasero.
El golpe de Estado hondureño
El presidente Manuel Zelaya había llegado al poder liderando al Partido Liberal, organización política que había compartido el poder con el Partido Nacional, de corte conservador, en un sistema bipartidista que se había impuesto sin contrapeso durante todo el siglo XX. Sin embargo, Zelaya tuvo problemas para cumplir con su programa de defensa del interés nacional, pero sobre todo, para desarrollar una política de integración en el contexto de una postura independiente frente a Estados Unidos. En los hechos intentó incorporar a Honduras al tratado del ALBA, entonces liderado por el presidente Hugo Chávez.
La Asamblea Constituyente
La oposición tenaz de los grupos financieros e industriales agrarios hondureños junto a la intervención estadounidense, generaron un impasse que Zelaya intentó dirimir con una fuerte iniciativa política que tenía como máximo eje, la convocatoria a una consulta a la ciudadanía para que esta decidiera sobre la realización de una Asamblea Constituyente. El plebiscito estaba convocado para el 28 de junio. Los grupos opositores acusaban a Zelaya de querer imponer el socialismo y, además, de intentar perpetuarse en el poder. A instancias de Estados Unidos, crearon la Alianza Nacional por Honduras en Paz y Democracia y dieron comienzo a una serie de manifestaciones en contra del gobierno. Las fuerzas a favor de la Asamblea Constituyente reunieron las firmas requeridas para efectuar la consulta, pero el 23 de junio el Congreso la declaró ilegal y ordenó su suspensión. Sin embargo, el gobierno decidió seguir adelante con la votación y mandó a elaborar las papeletas. El choque de poderes se agudizó cuando la Corte Suprema acusó a Zelaya de traidor a la patria. En la madrugada del 28 de junio, día en que debía realizarse la consulta, un grupo de soldados encapuchados secuestró al presidente y lo expulsó a Costa Rica, asumió Roberto Micheletti, presidente del Congreso y perteneciente del Partido Liberal. De allí hubo una serie de eventos que no cambiaron la situación. En el mes de noviembre de 2009, hubo elecciones no reconocidas por los organismos internacionales en la que triunfó Porfirio Lobos del Partido Nacional, quien había sido derrotado por Manuel Zelaya en la elección anterior. Pero Estados Unidos, Israel, Colombia y Costa Rica reconocieron al nuevo gobierno.
El Partido Libre de Honduras
Las fuerza antigolpistas se articularon en el Frente Nacional de Resistencia Popular, compuesto por organizaciones políticas y sociales antineoliberales. Para competir electoralmente crearon el Partido Libertad y Refundación, Libre, con el cual se han presentado en dos contiendas presidenciales constituyéndose en la segunda fuerza política del país, un hecho inédito en toda la historia hondureña. En la elección del 2017 su derrota se debió a un evidente fraude electoral, que demuestra el inmenso poder de las fuerzas golpistas y la influencia de los sucesivos gobiernos estadounidenses. Actualmente, el parido Libre, encabeza las iniciativas para paliar la ineficaz gestión del gobierno hondureño en el enfrentamiento de la epidemia del coronavirus.