Los empresarios son el principal obstáculo para que en el país haya cambios que beneficien a las personas

La situación que vive la sociedad chilena es insostenible y la epidemia del coronavirus solamente desnudó las insuficiencias estructurales del patrón de desarrollo, cuestión que, debido a la gran desigualdad reinante, afecta de manera aguda a los trabajadores y grupos medios, los que a duras penas están sobrellevando una crisis frente a la que no tienen responsabilidad. Desde el golpe de Estado de 1973, en el país se impuso la lógica empresarial basada en la acumulación de riquezas aprovechando oportunidades de negocios estimulados, protegidos y avalados por los militares y luego por los sucesivos gobiernos post dictatoriales. Se asoció bienestar general de la población con el de los empresarios y el vocablo crecimiento se introdujo como un dogma sagrado, sin que ningún integrante de la élite dominante haya aclarado que aquello significaba mayores oportunidades comerciales para un reducido grupo de propietarios de centros financieros, industriales, de servicios y yacimientos mineros. Muchos se percataron de las profundas grietas que se abrían en la sociedad y de sus consecuencias pero callaron porque en términos personales gozaban del poder, mientras entusiasmaban al pueblo con el eslogan “la alegría ya viene” acudiendo a un arco iris como figura icónica de una promesa que nunca se concretó. Así, los empresarios acumularon riquezas aceleradamente, el Estado les regaló propiedades fiscales, les traspasó recursos, les organizó un sistema tributario irrisorio y una ley laboral ad hoc. Las privatizaciones y concesiones fueron la tónica y quienes alertaron de aquellos latrocinios fueron enviados al ostracismo más duro. Hoy tenemos las consecuencias y la crisis llegó a su punto máximo. Sin embargo, después de intensas manifestaciones contrarias al orden económico y político, la cúpula empresarial se opone a cualquier cambio y, por el contrario, solo le preocupa consolidar su poder. Las declaraciones de Juan Sutil solo son de alabanzas del modelo neoliberal dentro de una estrategia defensiva, esperando que pase el temporal que, erróneamente supone transitorio.

No obstante, el país va a cambiar, no hay ninguna duda, porque el modelo fracasó, pero los empresarios no asumen tal realidad y no tienen proyecto alternativo. Las menciones a un estado de bienestar son irrisorias, porque no estamos en la Europa de los años 1950. Vivimos en Latinoamérica del 2020, en el ocaso de la hegemonía del capital financiero y su delirante proyecto de gobernanza global. La pregunta clave es si los cambios se hacen con los empresarios o contra los empresarios, pero aquello no lo puede responder el chileno común solo pueden hacerlo los súper ricos de este país.

La pandemia mostró a una gran mayoría que no confía más en las actuales autoridades gubernamentales. La pirotecnia de las cifras no da para más y aquello se viene arrastrando por años y explosó el 18 de octubre. Los empresarios forestales y agrícolas al sur del Bio Bio saben que no pueden visualizar su futuro sin aceptar que la nación mapuche tiene derechos ancestrales, pero se niegan a asumir tan incuestionable realidad. Sutil y la CPC rechazan cualquier medida que beneficie al trabajo y privilegian el capital por sobre cualquier cosa. Así, el país va a una confrontación que nadie quiere.