¿Capitalismo ético y con justicia social?
La creciente oposición al dominio absoluto del capital financiero no solo se manifiesta en los países emergentes y en los sectores nacionalistas proteccionistas, sino que también avanza en facciones globalistas, las que apuestan por construir una alternativa que evite una debacle del bloque hegemónico dando paso a experiencias anticapitalistas. Para ello, están elaborando una propuesta que en el marco de la gobernanza global de intereses compartidos, reordene los objetivos del desarrollo de las economías, asignando nuevas funciones en el marco del antiguo eje de dominación. Para ello, tienen como premisa ideológica central, aunque más cercana a la propaganda: la inexistencia de una alternativa al capitalismo.
Así, proponen, desde el Foro de Davos, una globalización que deje atrás el modelo neoliberal, asumiendo en los hechos su fracaso. Ante ello, asumiendo que el dominio absoluto del capital financiero generó un planeta más desigual, precarizado e injusto, que además, lo alejó de la economía real, proponen construir un proyecto distinto pero en los marcos de un capitalismo remozado. Inclusive rechazan los suculentos salvatajes estatales a los grupos financieros en desmedro de la inversión social y no tienen complejos para asumir un nuevo marco impositivo, reglamentario y responsable. La novedad es la aplicación de tecnología y el llamado capitalismo verde, sin dejar de establecer una direccionalidad central que estará a cargo de un rejuvenecido deep state que adjudicará el papel que le corresponde a cada economía dependiente, sobre la base de una nueva estrategia de relocalización de las fuerzas productivas. En tal aspecto, plantean que los países latinoamericanos deberían seguir como abastecedores de materias primas y solo podrían acoplarse a tal estrategia global, desarrollando la industria de procesamiento. El retroceso del capital financiero y del modelo llamado Consenso de Washington, tenía como única fuerza alternativa a los países que se articularon en el BRICS, pero en Estados Unidos, después de la crisis sub prime, tomó fuerza una tendencia proteccionista de corte nacionalista, derechista y supremacista, que se asentó en la clase obrera blanca desempleada de Norteamérica, convirtiéndola en su principal base social, siendo Donald Trump su principal exponente. Ahora intenta tomar fuerza esta facción neosocialdemócrata, en parte heredera de la tercera vía, que abandona el neoliberalismo y levanta un proyecto industrialista, tecnológicamente avanzado, base de un patrón de desarrollo que traería mayor justicia social. En el país, esta corriente está representada por ciertos sectores de la ex Concertación-Nueva Mayoría, algunas tendencias del Frente Amplio y otros grupos que se autodenominan progresistas. Todos ellos levantan como propuesta política el estado de bienestar, lo que debería ser una versión chilena de la estrategia neo globalista.
La derrota de Donald Trump es esencial para que esta visión de dominio mundial pueda desplegarse. No obstante, se aclara en forma nítida la dificultad del capital financiero para mantener la hegemonía neoliberal pura y la relevancia que adquiere el eje chino-ruso. Además, se puede observar los problemas que tendrá la derecha chilena para mantener el modelo en este nuevo escenario, ya que la tozudez del empresariado para defender un proyecto declinante dificulta su capacidad de manejo social y político.