Las protestas del 2 y 3 de julio demuestran la revitalización del pueblo autoconvocado

Reivindicando una fecha histórica en la lucha contra la dictadura, se desarrolló una fuerte movilización que, de repetirse masivamente, marcará la debacle del actual régimen político.
La masiva respuesta a la convocatoria efectuada a través de las redes sociales, para que los días 2 y 3 de julio se desarrollara una protesta nacional contra el hambre, es un elemento necesario de analizar en su real magnitud, ya que su intensidad mayor ocurrió durante el toque de queda y con gran parte de las localidades del país en cuarentena. Si bien la movilización se concentró en los barrios de las grandes ciudades, tuvo una repercusión nacional que no puede ser ignorada, no solo por la muerte de un joven migrante haitiano en una avenida de Melipilla, sino porque en los enfrentamientos con las fuerzas represivas hubo más de 100 detenidos, varios buses de la locomoción colectiva resultaron quemados y el caceroleo en algunas calles resultó masivo.
La respuesta de carabineros fue desproporcionada y el abuso contra una vecina de la Villa Olímpica, en la comuna de Ñuñoa en Santiago, fue la nota que resaltó y, además, un indicativo del carácter que tuvo la manifestación que abarcó los dos días.

La suma de dos factores que permitió el reinicio de las movilizaciones
La convocatoria fue realizada por organizaciones barriales del país, concertadas mediante las redes sociales para actuar al unísono y articulada por dos factores, uno de corte histórico y el contingente, los que sumados permitieron que se constituyera en un hecho político que no fue ignorado por analistas que publican en los medios de comunicación empresariales, quienes alertan sobre la repetición de las jornadas de protestas, señalando que se constituirán en un factor que debilitaría la reactivación de la economía, la que necesita perentoriamente contar con la paz social y la supuesta unidad de los chilenos. La forma en que el pueblo trabajador sortea hambre y pandemia, en los hechos acudiendo a múltiples recursos sin dejar de encarar al gobierno por su ineptitud, indican que se está desplegando una fuerza que desde abajo impulsa la lucha, la que podría pasar a niveles superiores de organización, variando la situación política.

La compleja relación entre la ruptura y la lucha institucional en el proceso constituyente
Si la jornada de protesta autoconvocada comienza a repetirse con cierta regularidad y el proceso constituyente no avanza, el acuerdo del año pasado corre el riesgo de fracasar. La jornada del 2 y 3 de julio no solo debe ser analizada minuciosamente por las fuerzas gobiernistas, sino que también por la oposición parlamentaria y cupular, ya que puede equivocarse y concluir en que solo es agitación barrial periférica. Debe asumir que es un sector con el que no tiene conexión alguna y carece de entramado que intermedie, siendo un indicativo de la existencia de dos dinámicas que se bifurcan. La oposición parlamentaria, la única que existe, apuesta a un proceso intrainstitucional que obligatoriamente necesita de una facción gobiernista y de una parte importante del pueblo para tener viabilidad. Pero la Derecha y el empresariado, no dan señales de ceder en políticas redistributivas, transformadas hoy en un factor esencial, para una salida política posible. La pandemia juega en contra del gobierno, aunque intenta dejarla atrás, ya que no puede manejarla, a duras penas administrarla. A Piñera solo le queda la represión policial, no tiene juego de piernas, porque los moderados de la DC y el laguismo, solo pueden apoyarlo pero con una institucionalidad sobrepasada por todos los actores, tampoco garantizan control de las organizaciones barriales. En tal sentido, si las protestas persisten y se masifican, el futuro será complejo para quienes defienden el modelo neoliberal. Consecuentemente, entre la desigualdad, las deudas, el hambre, la pandemia y la represión del gobierno, adquiere vigencia aquello señalado hace siglos: el pueblo trabajador no tiene nada que perder, solamente sus cadenas.