Los empresarios dan empleo, la gran invención para justificar la explotación de los trabajadores

Los dueños del país generalmente esconden el desproporcionado apetito por las ganancias, señalando que lo hacen para dar trabajo a la gente. Una especie de apostolado que cargan sobre sus hombros, a pesar de que no existe manual alguno de economía que no indique la importancia que el trabajo tiene en la producción de bienes y servicios, inclusive una gran mayoría le da la misma importancia que la concedida al capital. No obstante, cada vez que se escucha una declaración de algún representante de la SOFOFA o la CPC, siempre es la misma cantinela, además, autoarrogándose sin complejos el monopolio del factor productivo en una sociedad.

En Chile, nadie podría discutir que en la producción de bienes y servicios concurren con igual relevancia, capital como trabajo. Sin embargo, los empresarios neoliberales, insisten en conceder mayor importancia al capital, ya que a él se refieren cuando hablan de inversión, así como a las utilidades las denominan ahorro.

Se trata de naturalizar los conceptos, de esta manera, tal verdad queda fuera de cualquier intervención de una norma que haya sido elaborada por los seres humanos, léase Estado, leyes, códigos o prácticas. Así, afianzan su dominación ideológica, elemento clave para que puedan aceptarse las justificaciones de la explotación de hombres y mujeres. Empero, no es un fenómeno nuevo, proviene del antiguo hacendado que se apropió de tierras indígenas justificando que era una razón divina, para lo cual contó con la complicidad de la Iglesia Católica que llamaba a la resignación y si el latifundista satisfacía alguna necesidad de los inquilinos, lo hacía porque le convenía aunque lo exhibía como acto de generosidad. Hoy los empresarios se ufanan de “dar empleos”, e insisten en tal monserga, a pesar de que la pandemia dejó muy en claro que sin las y los trabajadores el país no hubiera conseguido enfrentarla. Se podría haber tenido muchas reservas fiscales o dinero en el banco e inmuebles o empresas, pero no funcionan sin el trabajo. Tampoco las fábricas, la banca ni el Estado. Por lo tanto, los empresarios no hacen ningún favor, necesitan de personal que pueda hacer que su capital se acreciente, de lo contrario no llegan a ninguna parte. Es más, si capital y trabajo tienen igual importancia en la producción, esto no se refleja en la distribución de ganancias, ya que todas van a parar al bolsillo de los patrones. Por ello, Juan Sutil, Bernardo Larraín, Fernando Aristía u otros, como mínimo, deberían tener un poco de pudor y no insistir en que si les cobran impuestos, dejarán de invertir y no podrán dar empleo. Es una justificación pueril y la búsqueda de un escudo que no resiste análisis alguno, además de insinuar una velada amenaza que sugiere una eventual cesantía si sus utilidades son tocadas. Asoma la prepotencia del hacendado. Esta falsedad se ha impuesto porque tanto desde el empresariado como desde quienes han estado dirigiendo el Estado las últimas décadas, se acepta que los empresarios son el principal agente del crecimiento en el país, por tanto, intocables, pero además estos se creyeron el cuento y están convencidos de que el capital es el que indica el rumbo en una economía. Craso error, que los confunde y ubica en el lado oscuro de la historia del Chile que despertó, al que no pueden entender y que, si no cambian, los dejará en un costado.