Se necesita refundar el sindicalismo chileno

Se necesita refundar el sindicalismo chileno

La extensión de las huelgas, la prepotencia patronal como la inexistencia de “partidos obreros” y la debilidad de las centrales, son algunos elementos que muestran la fragilidad de los sindicatos, un retroceso urgente de revertir en el corto plazo.

Más allá de las cifras, cualquier persona podría haber pensado que con los cambios que se están experimentando en la sociedad chilena, los empresarios podrían asumir una conducta diferente. En especial, si todas las grandes compañías que siguieron en funciones durante la revuelta social y luego, cuando arreció la pandemia, lo hicieron porque la totalidad de sus trabajadores y trabajadoras laboraron con responsabilidad, sobre todo, sin fallas inexcusables. Pero, aquello no es un factor que los patrones tomen en cuenta a la hora de responder a su personal, porque, acostumbrados a solo velar por sus ganancias, son inflexibles cuando deben enfrentar sus requerimiento salariales y sociales. La intransigencia de los empresarios no es una novedad para nadie que trabaje, ellos defienden sus intereses como clase social acostumbrada a explotar aquello que consideran la mano de obra.

Existen problemas teóricos no resueltos

Pero, el problema se encuentra en los propios trabajadores y, especialmente, en quienes dirigen sus organizaciones gremiales. Las deficiencias son numerosas, de lo contrario, el sindicalismo chileno obtendría victorias y la situación de quienes viven de un salario sería menos desmejorada. Existen definiciones de fondo nunca enfrentadas referidas a los cambios en la producción de bienes y servicios, junto a serias deficiencias para implementar tácticas correctas, a lo que se suman los “históricos” problemas que dicen relación con la capacitación, apoyo profesional, renovación dirigencial o la falta de recursos materiales.

Todo ello no debería ser un gran impedimento, la trayectoria del movimiento obrero chileno indica que ha pasado por momentos muchos más dramáticos, pero en este momento, lo delicado del problema es la incapacidad para generar un proceso que permita revertir la magra situación, porque lo que se ubica en el centro del análisis y la discusión, es la utilidad misma del sindicato como instrumento viable para defender a los trabajadores.

Al menos cuatro elementos deben analizarse: La nueva forma-sindicato, la relación con los partidos políticos, el excesivo estatalismo y el carácter ampliado que adquiere el trabajo.

La permanencia de varias centrales sindicales, cuya mayoría de integrantes tiene una matriz común en la CUT, muestra una crisis que no se aborda con seriedad y esta no se puede revertir con el viejo estilo sindicalero negociador. Es un tema teórico que urge resolver y consiste en rediseñar el rol del sindicato, su forma de organización como el estilo de conducción. De esta manera, se pueden enfrentar cuestiones claves como el subcontrato, el cuentapropismo, teletrabajo, flexibilidad, migración, tecnología y trabajo inmaterial.

En segundo lugar, un factor esencial es instituir con mucha claridad una nueva relación con los partidos y seriamente, ya que no se sostiene la direccionalidad univoca desde los departamentos sindicales de las organizaciones políticas. Un tercer aspecto, lo constituye el estatalismo, manifestado en una especie de sumisión infantil a la institucionalidad pública, estableciéndose los sindicatos como especie de correa transmisora de elementos ideológicos de la clase dominante vía aparto estatal. La participación de la CUT en el llamado Consejo Laboral, es la demostración más clara. Un cuatro factor, es no encarar el carácter ampliado que hoy adquiere el trabajo, por lo tanto, no precisar con nitidez, el lugar y la forma en que se despliega la contradicción con el capital. Esto ha provocado que diversas reivindicaciones estrechamente vinculadas a la relación capital-trabajo o derivadas de ella, debieron ser asumidas directamente por las y los afectados. El concepto proletariado se extiende mucho más allá de la mera categoría de productores.

A todo lo anterior, se suman unas u otras deficiencias sobre las cuales se ha alertado en diferentes estudios, como el burocratismo, la corrupción, el aislamiento o la ausencia del saber. Todas ellas, y muchas otras, son una derivación de las cuatro insuficiencias señaladas y sin iniciar un camino serio para resolverlas en el corto plazo, se abre un futuro poco alentador para el sindicalismo chileno. La absoluta orfandad en que se desarrollan las actuales huelgas es un indicativo de la brutalidad empresarial como de la debilidad que tiene la clase trabajadora para defender sus propios intereses.