Las dificultades de Donald Trump para lograr la reelección

Hace un año el mandatario estadounidense ni soñaba con los problemas que surgieron este 2020, los que dificultarán su permanencia en la Casa Blanca, aunque de resultar electo Joe Biden, su gestión solo se diferenciará en las formas.
El coronavirus irrumpió como una tempestad en la economía de Estados Unidos, el lugar en donde más le duele al Estado Profundo. La gestión de Trump, marcada por la extensión del estilo de negocios a la política doméstica como internacional, busca revertir el declive de las compañías estadounidenses frente a la irrupción del coloso chino. Es la continuación de la estrategia de la gestión Barak Obama-Hilary Clinton, la que intentando evitar la famosa trampa de Tucídides, declaró a China como el enemigo principal, desechando la idea anterior que buscaba la transformación del gigante asiático al capitalismo pleno, incluyendo el sistema democrático liberal, mediante fuertes inversiones y apetitosos negocios. Pero no advirtieron la variante nacionalista ni la fortaleza de una cultura milenaria acostumbrada a ser un imperio. Una vez que vieron el fracaso, variaron absolutamente, entendiendo que no podían domesticar al dragón, tal como hicieron con Japón y la Unión Europea. Fue así que definieron como teatro principal de confrontación el Asia-Pacífico, para lo cual redefinieron sus fuerzas e iniciaron la política de contención de un enemigo que si bien es cierto todavía no lo supera, tiene la decisión de hacerlo y puede lograrlo, de ahí lo de la trampa de Tucídides. A pesar de que el objetivo era aislar a China, la dupla Obama- Clinton, cometió el error de atacar a Rusia. El apetito de la familia de Joe Biden y otras multinacionales para apoderarse de la economía ucraniana, los llevó a impulsar un golpe de estado fomentando el nacionalismo anti ruso y reactivando las antiguas bandas fascistas colaboradoras de la ocupación nazi. Rusia intervino e impulsó la autonomía del oriente ucraniano y recuperó la península de Crimea. Hubo sanciones pero Putin no cedió y se sitió fuerte para avanzar e intervino en Siria, Líbano, Yemen y Libia, y se alió con Irán, lo que varió a su favor el mapa geopolítico en gran parte del medio oriente. Donald Trump, asumió el poder bajo este escenario y reafirmó la estrategia anti China, pero muy luego advirtió que la política de contención no rendiría frutos y la reemplazó por una de mayor agresividad. Sin embargo, asumió el error de Obama y disminuyó los frentes, por lo que intentó separar a Putin de los chinos y sacar a los europeos de Irán para negociar en directo con los ayatolas y hasta pensó que los coreanos del norte podrían ser sus aliados anti chinos. Nada le ha resultado.
En Latinoamérica ratificó la política de Obama, aunque con el antecedente chino, Trump no cree que se pueda voltear la revolución cubana sobre la base de préstamos y prebendas, pero además, presionado fuertemente por la mafia de Miami, endureció las sanciones contra la isla e incrementó el bloqueo.
Los problemas inesperados que acosan a Trump
A comienzos de año el presidente norteamericano tenía grandes posibilidades de ser reelegido. En el 2016 iba detrás de Hilary Clinton en las encuestas, pero triunfó favorecido por el sistema electoral estadounidense, lo que este año esperaba repetir.
No obstante, el coronavirus, la crisis económica, la muerte de George Floyd y sus magros logros en la arena internacional, irrumpen como obstáculos difíciles de pasar. La estrategia de relanzar a Estados Unidos como potencia mundial, es relativa, porque actualmente lo es sin ninguna duda, en todos los ámbitos, pero, el tema es la inseguridad de mantenerse en tal nivel en el mediano plazo. Ante ello, una forma de remontar su prestigio político consiste en asegurar que es un líder capaz de conducir el país frente al riesgo. De ahí que su apuesta sea atacar a China, el enemigo común de demócratas y republicanos y, aunque lo hace al estilo de los magnates, con la brutalidad del que está acostumbrado a mandar y que se siente dueño del mundo, no es rechazado por los hombres de negocios, al contrario, lo sienten como uno de los suyos. La variación con la campaña anterior se encuentra en su relación con el pueblo norteamericano. Aquella vez, acudió a la clase obrera blanca, desempleada y prejuiciosa con los migrantes, mientras las llamadas minorías quedaban sorprendidas, pero hoy la situación varió. La crisis económica, el torpe manejo de la epidemia y la muerte de Floyd, articularon estructuras sociales que lo rechazan surgiendo el antitrumpismo, al igual que en 2016 se propagó el rechazo a Hilary Clinton. Hoy, Trump está variando su estrategia, intenta complementar intereses de empresarios locales, ligados al complejo industrial militar, con aquellos que participan de la escala de valor mundial como los GAFA, Wal-Mart, City Group y otros. Aminora el negacionismo del virus, intenta atraer a Rusia y trata de liderar objetivos en que coincide todo el establishment como el ataque a los chinos y el derrocamiento de Nicolás Maduro. Igualmente, alineó a proteccionistas y globalistas en el acuerdo con México. Sin embargo, Xi Jinping no da muestras de retroceder en su empeño principal y pregona que emprenderán una nueva “gran marcha”, lo que significa que aplicarán, sin escatimar esfuerzos, una estrategia de largo plazo para alcanzar el podio mundial. Asimismo, los europeos no se han mostrado tan sumisos y los halcones de Washington empujaron a Putin a una alianza militar con China. Además, las protestas no amainan en el interior del país, demostrando falta de manejo político que no puede ocultar con bravuconadas. Un panorama difícil que demuestra que no tiene la corrida ganada, a lo sumo, es de final incierto.