Camioneros contra la rebelión mapuche

Camioneros contra la rebelión mapuche

El Estado Mayor de La Moneda sigue incentivando la movilización de sus bases civiles para frenar cualquier cambio de la situación en la Araucanía, debido a que la rebelión indígena ha superado los erróneos cálculos efectuados hace unos meses.

Con el movimiento social desmovilizado en los principales centros urbanos por las restricciones de la pandemia, la principal preocupación del gobierno es la inesperada revuelta mapuche que se desarrolla en una parte importante de la zona sur del país. Es un conflicto político acotado a una reivindicación carcelaria que debería tener una resolución manejable, ya que el Estado ha cambiado numerosas reclusiones por libertad vigilada, cuestión que inclusive ha traído gran polémica pública por el caso de Ambar, la adolescente asesinada por un psicópata que recibió un beneficio por parte de los jueces. Es más, el gobierno indultó a dos criminales de lesa humanidad de Puntapeuco y el general Sinclair, uno de los responsables de la ejecución de 12 personas, una masacre, recibió la irrisoria pena de cinco años.

Entonces, la gran pregunta es por qué se mantiene una posición inflexible ante un hecho que podría haberse resuelto con relativa facilidad. El fondo está en que no se puede aceptar a quienes están en la cárcel la calidad de presos políticos, ya que ello significaría reconocer que el “conflicto mapuche” desborda lo meramente policial y no justificaría la política mantenida por los gobiernos chilenos durante los últimos 30 años. Un absurdo, porque no hay posibilidad alguna de que la complicada situación se resuelva si no hay un reconocimiento formal a los mapuche como integrantes de un pueblo-nación. Nadie en su sano juicio puede suponer que en la Araucanía la situación política se retrotraerá al periodo previo a la década de los años 1990.

Los camioneros y la reactivación de la resistencia civil

La estrategia del gobierno y los empresarios de la región al sur del Bio Bio, estos últimos divididos entre agroindustriales locales y grupos económicos forestales nacionales, ha variado desde el objetivo de “pacificar” a los indígenas mediante la incorporación de un alto sector mapuche al modelo económico, dándoles oportunidades de negocios y alianzas con los grupos de propietarios regionales, lo que aislaría a los extremistas. Todo ello reforzado por las agencias estatales que aportarían el mayor porcentaje de los recursos. Un factor esencial deberían ser los mapuche propietarios que incorporados al mercado regional y otros grupos menores como los evangélicos. En el otro lado de la pinza, estaba la represión a la minoría rebelde, pero que se transformó en el punto débil ya que fue manejada con el criterio de guerra, no aplicando la esencial regla que ubica lo militar como una extensión de la política. Fue el Comando Jungla el que al final, con el asesinato de Catrillanca, destrozó el diseño. El retroceso fue total y el estallido social postergó el interés del gobierno por la Araucanía, no advirtió que el movimiento social se retroalimenta y, en tal marco, irrumpió la huelga de hambre.

Los camioneros piensan que es el Chile de 1973 y no reparan en los cambios generados por los adalides de la escuela de Chicago, quienes se esfuerzan por mantener un modelo criticado crecientemente por toda comunidad nacional.

La situación política en el país muestra que el gobierno está a la defensiva. En dicho contexto, la movilización mapuche es un agregado a una inestabilidad que se vuelve peligrosa en la medida que pone en peligro la permanencia del modelo neoliberal. En tal plano, inclusive, el plebiscito de octubre es diferente. Por ello, es difícil una salida negociada, ya que el gobierno no puede retroceder más, por el contrario, debe retomar la iniciativa, ya que la revuelta indígena proviene de una movilización político-ideológica iniciada hace 30 años, la que varió la composición de fuerzas en la región. Se constituyó una nueva estructura político-social que rechaza la hegemonía de los propietarios colonos implantada con la “pacificación”. Parafraseando una cita sesentera: “ahora sí, la historia tendrá que contar con los mapuche del sur”.

En tal aspecto, la movilización del lumperío en Curacautín junto a los agroindustriales no basta como fuerza alternativa por lo que deben esforzarse más y, ahí, se justifica el ingreso de los camioneros, una fuerza de choque histórica de la Derecha. Es un intento de reconstruir una fuerza social para que el gobierno no sea sobrepasado, ya que el aparato estatal no es suficiente, y hasta el momento la militarización no ha servido porque el eje es la desobediencia civil y las acciones de ruptura solamente se concentran en propaganda armada. El problema para la Derecha es el diseño, consistente en un vano intento por retrotraer la situación a una fase que la historia dejó atrás. Por eso, la acción de los camioneros es un enigma, ya que no podría ceñirse a la estrategia que desarrollaron durante la UP, por más tentadora que pudiese ser. ¿Le van a parar el país a Piñera? ¿Van a constituirse en fuerzas paramilitares? Sería absurdo, sobre todo, si están frente a un problema complejo que no se resuelve con pachotadas. Los camioneros como muchos otros actores, son protagonistas “colaterales” y el problema de fondo, tanto su origen como resolución, no pasa por ellos. Sin embargo, la historia está repleta de casos y situaciones en que protagonistas principales manipulan a ciertos agentes secundarios para que efectúen trabajos sucios o por encargo, pero tales maniobras nunca han dado resultados fructíferos.