La rebelión de los mapuche tiene en jaque al gobierno

La rebelión de los mapuche tiene en jaque al gobierno

Es evidente que la extensa huelga de hambre que sostiene un grupo de prisioneros mapuche en cárceles de la Araucanía, solo detonó un problema que iba a estallar en cualquier momento por la forma en que venían sucediendo los acontecimientos.

Si los presos terminasen la huelga de hambre por cualquier razón, la complejidad de lo que algunos llaman el “conflicto mapuche” no va a terminar, por el contrario, un análisis con un mínimo de profundidad indica que se agudizará. Aun así, las razones de su origen no son entendidas por la elite política que ha gobernado el país los últimos 30 años y ni siquiera en los países que en América tienen una alta población indígena, el caso es tan complicado. No obstante, por la reducida petición que dio origen a la coyuntura, se entiende que el gobierno podría haber desactivado hace tiempo atrás la protesta en las cárceles. No necesita de ningún otro poder del Estado para hacerlo e, inexplicablemente, menospreció la movilización, vale decir, lo perdió el carácter racista y clasista que profesa y le salió la prepotencia del patrón de fundo. A ello se sumó la incapacidad para deshacerse de la racionalidad eurocéntrica y no asumir que en una franja territorial del país, hay una nación que no es chilena y que el proceso de asimilación no la exterminó sino que solo la sometió, y que tal situación desde toda perspectiva siempre es transitoria y que lo diferente en estos momentos radica en que las condiciones de dominación o sometimiento se debilitaron. Un ciclo largo, iniciado hace 60 años, con su punto de inflexión al final de la dictadura, precisamente, cuando la mayoría quería cambios. En Chile, una negociación postergó las transformaciones con una transacción aprobada por la mayoría en un plebiscito en 1989 y el movimiento social de entonces, la CUT, la Fech, Feuc, juntas vecinales, intelectuales, grupos feministas de los años 1990, así como la Iglesia Católica, sabían del negociado y estaban de acuerdo, nadie puede decir que lo engañaron con lo del arco iris. Pero en el Wallmapu ni siquiera se consultó, Aylwin les notificó sus planes, luego se les presentó un “nuevo trato”, sin reparar que había un tratado, el de Tapihue en 1825. Primó lo europeo y, como siempre se pensó que con el yanaconaje, vía la Conadi, se resolvería el tema. Un desastre. Nadie se percató de las primeras recuperaciones de tierra y de su significado, fueron criticadas por ser simbólicas sin reparar que ese era el objetivo, por muy jóvenes que fueran entonces los integrantes de los grupos que intentaron alzarse, notaban que no podían vencer al Estado chileno y también sabían que comenzaba otro tipo de lucha, la ideológica. El cemento que articula la política que genera fuerza y poder para conquistas económicas es: nación + tierra + cultura. De allí la bandera.

Pensar que la situación política en la Araucanía volverá a ser igual al periodo anterior a 1989 es un delirio que no resiste ningún análisis. Lo sensato es reconocer a los mapuche como un pueblo-nación y aceptar que tienen derecho a la libre determinación.

La complejidad de la rebelión mapuche es tan profunda que el gobierno solo puede ceder, ¿por qué no lo hace? Porque tiene la presión de su base en la Araucanía, liderada por empresarios agroindustriales de ascendencia extranjera y en Santiago, por los grupos forestales, Matte, Angelini y otros, a los que se suman medianos o pequeños agricultores. En conjunto manejan el lumperío. Los grandes empresarios son una generación que heredó tierras usurpadas a los mapuche, pero, se sienten los legítimos dueños porque nacieron allí. Pero, ni siquiera una hipotética devolución de tierras resuelve el problema, ya que su apropiación fue originada por un factor político-militar que fue la conquista española y luego la “pacificación” chilena.

El Estado nacional, después de derrotarlos con las armas, los concentró en reducciones, declaró todos los territorios como fiscales y los regaló a los colonos extranjeros, luego llegó la mano de obra barata mestiza chilena a trabajar a la empresa privada y estatal cambiando la correlación étnica de habitantes. Pasaron a ser minoría en su propia tierra y reducidos a la pobreza máxima, pero no fueron exterminados, aunque parte importante migró a las ciudades fuera del Wallmapu.

Por ello, el problema no se resolverá hasta no solucionar el fondo, la autodeteminación, nadie quiere ser minoría, ni mal ni bien tratada, porque siempre estará en un segundo orden y por eso critican los estados plurinacionales de otros lugares de América. En tal sentido, el gobierno y la totalidad de la elite política no entienden ni quieren asumir una realidad objetiva y piensan que es un problema transitorio y policial. No es viable la militarización ni siquiera los escaños reservados ¿para qué servirían? Solo si la convención constitucional discute la libre determinación, pero estará sujeta a los delegados elegidos por los partidos que los últimos años no efectuaron gestión alguna para favorecerlos, resultando cómplices de la discriminación. El gobierno no puede ni quiere efectuar alguna gestión que legitime la rebelión, sueña con dividir el movimiento y que la mayoría se integre con los actores sociales de Derecha para que, en conjunto, formen una alianza que consolide el modelo en la región. Una utopía que indica su desconexión con lo real.

La movilización de los mapuche en la Araucanía se acrecienta en momentos en que la huelga de hambre ya sobrepasó los 100 días

La complicada situación no tiene posibilidades de aminorar si el gobierno no responde favorablemente a las reivindicaciones de los ayunantes. En una parte importante de cuatro regiones de la zona sur, Bio Bio, La Araucanía, Los Río y los Lagos, se manifiesta una creciente protesta de numerosas comunidades que exigen que se establezca una mesa de diálogo que aborde con seriedad el tema ancestral. El gobierno responde con evasivas, incapaz de lograr un punto de acercamiento. No reconoce que el problema va más allá de lo policial y no se resuelve con medidas de corto aliento, frente a un movimiento con una narrativa histórica incontrarrestable que tiene suficiente reserva moral para continuar sus movilizaciones.

¿La nueva Guerra de Arauco?

policías guerreros
La fotografía refleja la realidad en el Wallmapu, el Estado chileno declaró la guerra a los mapuche, esperando que la lejanía del teatro de operaciones, permita reprimirlos sin que la comunidad chilena ni mundial se entere.

Desde Santiago es posible que la confrontación que se desarrolla en la región de la Araucanía se vea lejana.

Un conflicto en el que la radicalidad aumenta ante la incapacidad del Estado para asumir que hay un pueblo nación que no quiere seguir sometido ni discriminado. La solución solo se logrará con la libre determinación en el territorio mapuche.