Partidos opositores sólo buscan volver al poder

Partidos opositores sólo buscan volver al poder

El deterioro objetivo de la Derecha, así como la cercanía de las elecciones presidenciales, reactivó las ambiciones de la elite opositora, la que busca volver al gobierno solo para usufructuar de los beneficios que les prodigará el Estado.

A pesar de que aún falta más de un año para que Sebastián Piñera entregue el cargo, ya comenzó la disputa en los partidos de oposición para lograr que una o uno de sus militantes sea el postulante que se imponga. La probabilidad de que la Derecha sea derrotada abrió los apetitos de los de siempre, quienes ya comenzaron a barajar fórmulas perdiendo todo pudor. Con la certeza de que sus militantes serán los delegados a la futura convención constitucional si triunfa tal opción en el plebiscito de octubre, los partidos suponen que volverán a estar en el centro de la política, tal como ha venido sucediendo en estos días de restricción por la pandemia en que los actores sociales están desmovilizados o abocados a actividades mínimas. En tal sentido, la concentración de las principales actividades en el ámbito parlamentario, le permite a los liderazgos partidarios aprovechar las facilidades en las autorizaciones adquiriendo mayor movilidad e, igualmente, amplia visibilidad al salir de manera permanente en los medios de comunicación que los buscan confiriéndoles una importancia que no tienen, pero que sirve a la institucionalidad y a los planes estabilizadores del gobierno. Así, se va aislando cualquier conato por reinstalar la movilización social o, específicamente, las luchas sindicales. Llama la atención que, en estos meses, desde distintos sectores sociales se han desarrollado manifestaciones puntuales que forman parte de reivindicaciones particulares, pero todas ellas han sido ignoradas por las direcciones políticas, o al menos, no le han dado la importancia necesaria. Un caso lo constituyen las largas huelgas efectuadas por algunos sindicatos, con las cuales no se ha generado solidaridad alguna. Los patrones observan que los movimientos de sus trabajadores quedan aislados por lo tanto, aprovechan de endurecer sus posturas. Por otro lado, ningún partido ha desarrollado acción alguna con relación a los presos políticos, la que ha debido ser asumida por familiares u organizaciones de derechos humanos, pero es obvio que no es la preocupación principal de quienes hoy se mueven ágilmente gestionando acuerdos y haciendo llamados para unirse con el propósito de retomar el poder perdido.

El gobierno ha triunfado en separar lo político de lo social y que lo primero permanezca en la elite y mantiene la esperanza de que tal escenario permanezca, para que tarde o temprano se imponga la negociación equilibrada que tanto busca con el propósito de salvaguardar la gobernabilidad y el modelo.

Es de esperar que los socialdemócratas chilenos no busquen el gobierno solo para renovar el neoliberalismo, convenir nuevamente con el empresariado y alinear el país con el deep state

La situación que se manifiesta en esta falta de asociatividad con la gente común se viene arrastrando desde hace décadas, cuando la sociedad chilena constató que los cambios no se concretaron e, inversamente, observó que un conjunto de personas con acceso a las estructuras de poder del Estado, se mantuvo y reprodujo, constituyendo un grupo privilegiado cuyo único objetivo es defender sus granjerías, desarrollando una especial vocación por el poder concebido como fábrica de prebendas, en una sociedad competitiva y salvaje.

Fue el triunfo del modelo, partidos que adherían a ideas de izquierda o del centro, fueron financiados por Ponce Lerou, el yerno de Pinochet, así como por otros empresarios.
Hoy, los medios de comunicación de la Derecha se esfuerzan por hacer aparecer a personeros de una supuesta oposición con declaraciones relacionadas a un solo objetivo, el poder. Así, surgen llamados a la unidad opositora ¿para qué? Para constituir un bloque que permita ascender al gobierno, de esa forma se elaboran estrategias y proliferan candidatos en operaciones sectarias desligadas de la lucha popular. Aquello debería ser correcto, ya que la fase final del evento constituyente negociado debería culminar durante la gestión del próximo gobierno, cuestión de gran relevancia en el diseño estratégico y en la salvaguarda del proceso, pero si se transforma en una operación política que busca el poder por el poder, la iniciativa va a fracasar. De la misma manera, si las facciones socialdemócratas del país están pensando en alcanzar el próximo gobierno, para usarlo como trampolín que aggiorne el neoliberalismo y alinearlo al deep state, va a transformar cualquier debate presidencial en una farsa.

El eventual gobierno debe surgir de una confrontación de ideas a la que no se debe temer, pero deben ser puestas sobre la mesa, ya que se quiera o no, la próxima administración será de transición, ¿hacia dónde? Eso lo decidirá el pueblo y nadie más que el pueblo. Lo correcto es abordar los temas electorales sin dejar de luchar o, al menos, sin abandonar a los que luchan y que necesitan resolver insuficiencias en el día a dia, ya que no tienen los ingresos ni la seguridad de un parlamentario, presidente de partido o analista de una ONG: