Piñera gobierna para una minoría

Piñera gobierna para una minoría

La gestión política del gobierno se ha reducido a la administración de la crisis y a una desesperada rearticulación de su base social, cuestión que se le complica ante la ausencia de objetivos precisos.

La inmediata respuesta gubernamental al petitorio de los transportistas demuestra la urgencia del gobierno para alcanzar un propósito de corto aliento consistente en volver a reunir a quienes fueron sus partidarios. No es una empresa fácil, principalmente por un relevante factor: la definición de un objetivo concreto tras el cual sus adherentes se reactiven, desarrollando tareas definidas, que se cumplan bajo los moldes de una narrativa creíble y arropados de una mística que permita movilizarlos. Cuestión que no ha sucedido.

El inmovilismo estratégico de la Derecha se debe a que el eje de todas sus actividades fue la aplicación y defensa del modelo, lo que, inclusive, permitía aceptar que otras alianzas como la Concertación-Nueva Mayoría, gobernasen el país, siempre que lo hiciesen bajo los marcos del neoliberalismo. Pero, la situación ha cambiado, la crisis alcanza niveles más cercanos a lo estructural que a lo coyuntural y se deben erigir alternativas que la Derecha y el empresariado son incapaces, siquiera, de procesar. Como se ha repetido en anteriores notas, la inexistencia de un “ladrillo” pena más allá de lo que muchos piensan o están dispuestos a aceptar como realidad irrefutable.

Entre la sobrevivencia y la falta de propuesta

La extensión de la epidemia, a pesar de no ser deseada por el gobierno, es el elemento que puede ayudarlo a mantenerse, a duras penas, hasta el final de su mandato, cuestión no menor si se toman en cuenta la rebelión social y el pésimo manejo de la crisis sanitaria. La persistencia del coronavirus se sumaría al apoyo implícito que le otorga el funcionamiento de los otros poderes del Estado, ya que ello demostraría que “las instituciones funcionan”, extendiendo la noción de que Piñera es capaz de hacer funcionar el Estado, cosa que algunos parlamentarios opositores parecen ignorar y, cual, pajaritos, actúan como si estuviesen desarrollando una gran gestión, felices con los millones que se embolsan todos los meses. Pero para el gobierno es solo una arista de su sobrevivencia, ya que se encuentra a la defensiva total, a tal grado que lo complica la amenaza de una huelga de hambre seca por parte de un grupo de prisioneros mapuche. El problema para la Derecha es que no puede constituirse en una alternativa que le permita mantener el gobierno, ya que puede zafar de una revuelta popular, pero es dudoso que triunfe en las próximas elecciones. No tiene una propuesta que dé respuesta al fracaso del modelo y por el contrario, una parte del empresariado ligado a los centros financieros, insiste en aplicar una especie de revival de las siete modernizaciones de los años 1980.

La imposibilidad de aumentar su espacio político obliga al gobierno a reducir su gestión a quienes demuestran incondicionalidad, pero lo complica para desarrollar alguna gestión en la que por una situación específica, deba retrocede tácticamente

La ausencia de proyecto, que no sea la fatal insistencia en una especie de modelo aggiornado, a la vez, le impide a la Derecha generar una alianza más allá de su reducida base. Los sectores con los cuales pensó en algún momento lograr una proximidad, léase las y los viudos de la ex Concertación, se han reducido a unos pocos y aislados personajes a los que se suman dos damas, ex ministras, pero la gran mayoría de aquellos potenciales aliados, solo establecerán algún acuerdo mínimo para mantener la estabilidad y la paz, porque creen que les basta con esperar el término del mandato de Piñera para volver al poder. No están dispuestos a sacrificar tal eventualidad. Además quién lo haría. Por lo tanto, la Derecha tiene muy poco juego de piernas, de ahí que Piñera haya recibido a los camioneros prestamente y los haya arengado, dirigiéndoles palabras que estos deseaban escuchar, inclusive, muy cercanas a los impulsos básicos con los que se mueven los integrantes del “gremio del rodado”.

No obstante, es el escaso espacio de maniobra que tiene todo régimen que se encuentra en las últimas fases y solo le queda recluirse en sus incondicionales, entregándoles falsa seguridad y delirios de guerra a los que se ha visto obligado emplear Piñera, para vigorizar su débil y dividido conglomerado.

A ello, se suma la implacable acción represiva por parte de las militarizadas fuerzas policiales, pero estas solo sirven para consolidar a sus oponentes, ya que el problema del país nunca ha sido la gente que protesta sino que la implantación de un modelo que generó una desigualdad y un abuso inexcusable. No obstante, la peligrosidad de esta situación, precisamente, está en la utilización de la coerción desenfrenada por parte del Estado, ya que se dirigirá inflexiblemente contra los actores sociales que protesten, por lo que sobrevendrá una dinámica disputa para recuperar la calle, cuestión fundamental, para que Piñera pueda terminar sin retroceder poniendo en peligro el modelo. Mientras, seguirá motivando a sus seguidores e intentará despercudirlos de la modorra que genera la inevitable derrota de un proyecto que ya no puede materializarse.