Orden mundial afecta fuertemente escenario nacional

En el proceso constituyente el país deberá, entre otras cosas, definir su política internacional y en este plano es poco lo que se ha profundizado desde el movimiento popular. La definición estará entre seguir subordinados al capital transnacional o construir una política exterior independiente.
Los análisis de la situación política nacional que se elaboran desde los movimientos sociales, generalmente, no incluyen la perspectiva mundial, debido a que persiste un equivocado esquema que obvia esta decisiva dimensión, debido a que culturalmente, no se asume que la formación económico social chilena está inserta en un ciclo mayor de desarrollo del capital y de la decisiva pertenencia a un mercado mundial, elementos que determinan todo lo que sucede al interior del país. Independiente de la existencia de numerosas tesis que se han planteado acerca del grado de sometimiento que el país tiene con los centros desarrollados, es evidente que no se adquiere la suficiente conciencia del categórico papel que el orden mundial cumple en la estrategia de desarrollo nacional y el interés de un gran sector del empresariado a que persista tal sumisión.
Esta deficiencia impide que podamos desarrollar estudios a partir de un factor sumamente importante como es la totalidad, y se insiste en abordar las temáticas desde lo parcial, de tal manera que las conclusiones generalmente son inacabadas, con incuestionables límites y abundantes equivocaciones. Dicho resultado es lógico, ya que se adolece de un marco de análisis y la mayoría de las veces, analistas y comentaristas, establecen conclusiones a partir de la utilización del modelo de política comparada, evitando referirse al nivel de las contradicciones o eludiendo los elementos históricos, abusando de la causalidad. Además, la renuencia a efectuar un seguimiento de sucesos como de las grandes tendencias, provocan distorsiones que debilitan la batería conceptual en la batalla por las ideas.
La formación económico-social chilena forma parte de un todo mayor que es el orden mundial que se maneja sobre la base de hegemonías muy concretas, pero que está cambiando, cuestión que complejiza aún más los análisis. Pero, quienes están en el poder, cuentan con un conjunto de estructuras y especialistas que operan construyendo sólidas plataformas y narrativas, con las cuales se maneja la elite gobernante y construye políticas. La economía nacional está imbricada subordinadamente al proceso de acumulación de capital y a la subsunción del trabajo que se expresa a escala internacional. Aquello se manifiesta en cosas concretas como definir a Chile un país extractivista, cuyo aparato financiero está conectado de manera vasalla al FMI, ya que nadie pensará que el ministro de Hacienda puede alguna vez discrepar con los mandatos de este ente financiero.
La tecnología es el factor que define el avance o retraso de una economía. La casi nula producción de conocimiento aumenta la subordinación de Chile a las economías desarrolladas y no se pueden elaborar políticas autónomas que disminuyan la dependencia.
La subordinación del país a los centros financieros mundiales y a las transnacionales, inclusive, afecta al funcionamiento del Estado, ya que en los hechos este está excluido de muchas decisiones que se toman en los centros mundiales, además, en la actual fase de la situación política, los fundamentos han variado y nuevas fórmulas de dominación están irrumpiendo. Unas décadas atrás, el retraso de un país estaba determinado, entre otras cosas, por la poca capacidad de acceder a bienes de capital, pero hoy, tal realidad, está definida por la capacidad científico-tecnológica, así, el conocimiento pasa a ser esencial en la dependencia de cualquier economía a los centros desarrollados. La carrera para obtener una vacuna que neutralice el coronavirus es más que ilustrativa, ya que junto a otros elementos como la carrera por el predominio en la Inteligencia Artificial, son indicativos de los factores que determinan el nuevo orden mundial, al cual nuestro país está subordinado, ya que nuestra economía es parte constitutiva de este entramado mundial. De allí que el gran retraso que sufrimos en cuanto a producción de conocimiento, ratificado durante la pandemia, nos coloca en un plano de alta inferioridad frente a las economías desarrolladas y, a la vez, disminuye nuestras oportunidades para construir políticas independientes, como lo constituye el caso de los recursos naturales. La epidemia y el fracaso neoliberal instalan como nuevo sentido común que el Estado debe intervenir con mayor intensidad en la economía, por lo tanto, debe transitar al manejo de sus recursos productivos y de servicios como a ciertas áreas estratégicas. De esta forma, apremia reformular la inserción subordinada del país en el nuevo orden planetario y cualquier escenario futuro indica que se deberá confrontar a las multinacionales y organismos financieros mundiales, los que ponen a Chile como ejemplo de alumno aventajado. Si se desconocen los más destacados elementos integrantes del orden internacional del que somos parte indisoluble, no se podrá levantar una política autónoma. Nadie debe pensar que se puede construir un proyecto de país sin reparar en que somos un pequeño eslabón, de segundo nivel, perteneciente a una cadena mundial, que además, está variando en cuanto a la constitución de sus soportes y dimensiones universales.