Libre determinación y autogobierno, el proyecto del Consejo de Todas las Tierras para el pueblo nación mapuche

Libre determinación y autogobierno, el proyecto del Consejo de Todas las Tierras para el pueblo nación mapuche

Con 30 años de vida el Aukiñ Wallmapu Ngülam construyó su propuesta de nación en la lucha por recuperar tierras y elaborar un proyecto que viabilice su autonomía en el marco de un Estado plurinacional.

La historia reciente de la nación mapuche ha estado plagada de acontecimientos que impactan en la sociedad chilena de diversas maneras. Para los sectores antineoliberales genera alta simpatía y solidaridad, mientras que para la Derecha y los empresarios es motivo de preocupación. Sin embargo, independiente de la forma en que se evalúe lo que se denomina erróneamente como el “conflicto mapuche”, la presencia de los pueblos originarios ha aumentado en la medida que sus luchas han adquirido mayor visibilidad y su propuesta mayor profundidad. No obstante, hay sectores sociales y políticos derechistas que por ningún motivo aceptan que constituyen una nación distinta a la chilena, por lo tanto, reducen su lucha por un reconocimiento constitucional a un intento por dividir el país y solamente reconocen la existencia de un mayor nivel de pobreza en la comunidades, lo que debería solucionarse con alta inversión privada, aumento del aporte estatal y mejores oportunidades de negocios en la región.

La situación es enormemente compleja y no tiene otra solución que la autonomía, pero no es un proceso que pueda desarrollarse aisladamente, también está condicionado a la movilización que emprende el pueblo chileno, ya que su avance es lo único que garantiza la autodeterminación de los pueblos originarios, así como, la plenitud de metas del movimiento popular no puede alcanzarse si las reivindicaciones nacionales de los mapuche y demás pueblos originarios no logran satisfacerse plenamente.

El desconocimiento del Tratado de Tapihue fue el eje de la “pacificación”

Historiadores y analistas, generalmente dividen por etapas el desarrollo del pueblo nación mapuche y, obviamente, no hay consenso. Pero observando el recorrido de los últimos cuarenta años, es evidente que hay un amplio avance en madurez política con relación al periodo abierto desde la “pacificación” hasta las primeras seis décadas del siglo XX, un largo periodo de retroceso, defensivo y de dominación neocolonial por el Estado. Buscando resolver sus persistentes crisis, el capitalismo chileno había iniciado a partir de 1860, una expansión hacia el norte apropiándose de los depósitos salitreros y hacia el sur invadiendo el Wallmapu y sus ricos suelos agrícolas. La ofensiva militar dirigida por los coroneles Cornelio Saavedra y Gerardo Urrutia se transformó en un verdadero genocidio en la Araucanía.

La sangrienta ofensiva militar emprendida por Saavedra fue el desconocimiento por parte del Estado chileno del Tratado de Tapihue, acordado en enero de 1825 entre Pedro Barnachea, comandante de Alta Frontera y Francisco Mariluán, cacique o “gobernador” de los llanos, pacto que fue ratificado en diciembre del mismo año en Los Ángeles, con representantes de cuatro butalmapus. El acuerdo establecido en los albores de la república, reconoció explícitamente la autonomía mapuche y las fronteras del wallmapu del Bio Bio al sur. Sin embargo, aquello no fue respetado por el capitalismo chileno y el Estado nacional avanzó implacablemente, iniciándose la etapa más oscura de la historia de los pueblos originarios que en el sur como en el norte y zonas insulares, fue sometido a un cruento proceso de chilenización que se extiende hasta el presente.

El nuevo despertar en plena dictadura

Si bien a fines de los años 1960, en el wallmapu comenzaron a desarrollarse acciones de resistencia en lo que se conoció como “corridas de cercos” y durante la Unidad Popular hubo una política de mayor atención y recuperación de tierras, todo fue realizado bajo una concepción economicista, que veía al mapuche como pequeño agricultor al interior de la sociedad chilena. Al implantarse la dictadura y después de que arreciara la represión, la reconstrucción del tejido social en la Araucanía se desarrolló al igual que en todo el país, reorganizando las organizaciones políticas de izquierda, avanzando en el trabajo cultural y levantado pliegos reivindicativos en el plano de los derechos fundamentales. En tal sentido, un incentivo para la reagrupación social fue la promulgación durante 1978 de los decretos ley 2675 y 2568, que permitieron el avance del neoliberalismo afectando la propiedad comunal de la tierra. Fue un incentivo para resistir, lo que se concentró en grupos reducidos pero que representaban a numerosas voluntades antidictatoriales, entre ellos destacó la agrupación Ad Mapu, la que concentró su principal actividad en lo cultural y la reivindicación por la tierra. No obstante, la intensa actividad desarrollada por esta organización y las distintas opiniones que se plantearon en su interior, estimuló una intensa reflexión en cuanto al futuro del movimiento que se estaba levantando. Las inquietudes se relacionaban acerca del rescate conceptual del mapuche como integrante de una nación originaria, alejada de la concepción que los ubicaba como simples campesinos o una vertiente folklórica referida a una expresión cultural.

El rescate del concepto de nación mapuche

El convencimiento de constituir una etnia con una religión y cosmovisión particular así como mantener una lengua propia y el hecho de ser procedentes de un territorio específico, más otros elementos de cohesión y a la vez diferenciadores, indicativos de que los mapuche eran una nación, comenzó a imponerse en un gran porcentaje de militantes de Ad Mapu, especialmente los ligados a una corriente socialista de izquierda. Desde dicha perspectiva enfocaron su labor, la que fue perfilándose a una visión política particular que trascendía el imaginario político de la izquierda chilena, articulado en el discurso de clases. Así, esta tendencia adquirió vida propia, construyendo su plataforma desde lo nacional y rescatando el acervo originario, desde sus autoridades ancestrales, formas organizativas, religiosidad y la vestimenta, hasta el palín como deporte nacional y asumir la lengua y la simbología. De ahí nace la idea de convocar al Consejo de Todas las Tierras o Aukíñ Wallmapu Ngülan, como rescate de una fórmula patrimonial deliberativa y de decisión. En el camino a consolidar la nueva concepción, se impuso la audacia y gran asertividad estratégica, asumiendo que no puede constituirse un movimiento sin lucha y, ante ello, el paso a convertirse en actor político de la nueva realidad que se imponía con el declive de la dictadura, obligaba a movilizarse tras la reivindicación histórica, la usurpación de tierras. Así, el camino de la recuperación fue esencial en la identidad que se construía. Así como la elaboración de una bandera propia, la Wenüfoye.

Tal claridad política los hizo no participar del llamado Acuerdo de Nueva Imperial entre un grupo de dirigentes mapuche, rapa nui y aymara con el entonces candidato Patricio Aylwin el primero de diciembre de 1989. El camino elegido era otro, la construcción de un nuevo proyecto político que apuntará directamente a la autonomía como pueblo-nación, lo prometido por la Concertación era una neoasimilación disfrazada.

La libre determinación y el autogobierno

La llamada transición democrática chilena terminó como un proyecto político que consensuó un bloque de mayor amplitud favorable al proyecto neoliberal construido durante la dictadura. Bajo la cobertura de limitadas libertadas y elecciones periódicas, se consolidó la hegemonía de ciertas facciones empresariales nacionales y multinacionales, que al calor de la nueva situación política siguieron acumulando ganancias y reafirmando la supremacía de clases que mantenían al interior de la sociedad. En tal plano, los intereses de las grandes corporaciones forestales y agroindustriales condicionaron la fallida política indígena de la Concertación-Nueva Mayoría y de la Derecha. Fue un bodrio.

Los constantes fracasos, trajo como consecuencia una mayor radicalización de grupos que pasaron a la acción directa con atentados no mortales, principalmente, intensa propaganda armada, pero que aumentó la complejidad del conflicto, ahora entre una nación contra el Estado chileno que no la reconoce en relaciones de complementariedad, todo lo contrario, se enfrasca en una política de corte neocolonial.

El avance de los últimos treinta años para construir un proyecto político como nación es sideral y no falto de mártires. Desde el 2001 resultaron asesinados Agustina Huenupe Pavian. Mauricio Huenupe Pavian, Jorge Suarez Marihuan, Edmundo Alex Lemún, Julio Alberto Huentecura Llancaleo, Zenén Diaz Nécul, José Huenante, Juan Collihuin Catril, Matias Catrileo Quezada, Johnny Cariqueo Yañez, Jaime Mendoza Collío, Rodrigo Melinao Lican, José Quintriqueo Huaiquimil, Víctor Mendoza Collío, Macarena Valdés, Luis Marileo, Patricio González, Camilo Catrillanca, Lemuel Fernández y Alejandro Treuquil.

La Asamblea Constituyente mapuche

El Consejo de Todas las tierras señaló que el Acuerdo Nacional de noviembre pasado no lo representa y que generará su propio proceso constituyente. Su máximo líder, Aucán Huilcamán Paillama, indicó que tal iniciativa se inserta en la lucha por el reconocimiento de sus derechos como nación, la que se sustenta en tres elementos: la libre determinación en la que realizar una asamblea constituyente es esencial para, entre otras cosas, confeccionar un estatuto que norme el autogobierno. Por otro lado, la recuperación de tierras que devuelva los territorios usurpados y en tercer lugar, el establecimiento de la verdad histórica, que traiga el resarcimiento de las víctimas así como la correspondiente indemnización. De esta forma, resume la reivindicación histórica que termine la política colonial impuesta por el Estado chileno. En tal plano, el papel de las comunidades es fundamental, no solo para la propuesta estratégica o la defensa de los ecosistemas, sino también para lo cotidiano, como es el caso del enfrentamiento del coronavirus.

En definitiva, un indiscutible avance desde lo reivindicativo hasta la construcción de un proyecto de nación imposible de soslayar por el Estado, la que debería unificar a la gran mayoría de la nación mapuche y complementarse con la lucha del pueblo chileno para lograr alcanzar el triunfo.