Darwinismo social y la sobrevivencia de los más fuertes

Darwinismo social y la sobrevivencia de los más fuertes

La crisis del coronavirus ha sido enfrentada por el bloque dominante de acuerdo a lo que son los patrones éticos tradicionales de los grupos empresariales, los cuales están más que acostumbrados a desenvolverse en medio de la lógica canallesca de los negocios, extendiendo al conjunto de la sociedad tales métodos que, disfrazados en dulces frases cuando no hay problemas, emergen con toda su bajeza en momentos difíciles. La ilusa constatación de que en Chile somos todos iguales y tenemos los mismos derechos no es más que una simple apariencia. En el país se impone la tesis de la existencia de seres superiores que están por encima de otros inferiores, diferencia que brota en su total magnitud cuando se agudiza la lucha por la sobrevivencia y supone que los primeros deben estar con la primera opción para subsistir. Una adaptación del pensamiento darwinista que señalaba la permanencia de los más aptos en la lucha por existir, que se da en una especie de selección natural, lo que llevado a una relación social siempre presume que los vulnerables o desposeídos de bienes lo son por su debilidad y es imposible que triunfen en la vida porque son los peores.

Así, no debe sorprender que los grupos vulnerables y los trabajadores no interesen, se trata de evitar que se debiliten las entidades financieras o los grandes grupos económicos Quienes viven de un salario no reciben ninguna ayuda, por el contrario, la Dirección del Trabajo actúa como la punta de lanza para facilitarle los despidos, inclusive violando la legislación, lo que no importa al gobierno, son los grupos inferiores que deben sacrificarse, por ello, se les arrebató su seguro de cesantía y a los honorarios se les requisa su devolución de impuestos, los cuentapropistas deben cesar su actividad en las cuarentenas y nadie siquiera pregunta por los jubilados. Igualmente, se deja a la banca el negocio de la reactivación post crisis, ya que concentrarán sus préstamos con el aval del Estado en quienes están bancarizados, o sea, en quienes tienen capacidad para endeudarse, pero cerca de un millón de pequeños productores que no cumplen con aquel requisito quedarán a la deriva, no son aptos para sobrevivir.

En lo educacional, un área decisiva en cualquier sociedad, se aplicando supuestamente la teleducación, pero nadie se preocupa de los hogares que no tienen Internet, igualmente, para recibir clases on line se necesita un mínimo de espacio y tranquilidad y en pleno encierro domiciliario, no es lo mismo un hogar en donde sólo hay un computador y una pieza disponible para varios alumnos, que las casas de los barrios más acomodados en donde se dispone de muchos más metros cuadrados por persona.

De esta manera, las estrategias están desarrollándose a toda plenitud, el salvataje llegará primero a quienes vale la pena que obtengan ayuda, es así como se establece la estructura de los inferiores, por lo que en muchas partes se ha invitado a los ancianos a “sacrificarse” para dejar de utilizar medicamentos o dispositivos clínicos que escasean y dejarlos a los más jóvenes. En el país ya surgió alguien dispuesto a sacrificarse, el famoso periodista Abraham Santibáñez, de 81 años, según sus emotivas palabras, lo hace “emulando a los ancianos del Titanic” y asegura que no quiere ser un modelo, pero obviamente, pone presión a otros viejos y exonera de su responsabilidad al Estado y a la clase dominante, de lo contrario implementaría su gesto privadamente. Es la racionalidad instrumental llevada a su máxima expresión, olvidémonos del concepto ancestral que señala que las y los abuelos son depositarios de la sabiduría de todo grupo social, hoy aquello es una broma, los viejos son un problema, sólo pueden ser aceptados en ciertos términos utilitarios, como es el caso del mercado de las casas de acogida o asilos de ancianos. Las grandes empresas financieras, comerciales, las multinacionales mineras, las cadenas de supermercados, la industria farmacéutica, las empresas de diversión, el comercio electrónico, los servicios de luz, agua, gas, Internet y otros, no tienen problemas, y otras grandes compañías cuyas ventas pudiesen haber disminuido podrán sortear sin problemas la crisis, las grandes ganancias acumuladas, la mayoría de ellas guardadas en paraísos fiscales, las respaldan. Son los débiles, quienes con toda seguridad serán sacrificados, los superiores no sólo sobrevivirán, sino que aumentarán su poder.