Las Declaraciones del ministro Mañalich son un fenómeno mundial

Las Declaraciones del ministro Mañalich son un fenómeno mundial

No sólo es la insulsa polémica con la frívola alcaldesa Kathy Barriga, sino que también es la permanencia de una inusitada torpeza para relacionarse que llama la atención, inclusive, en el ámbito internacional. Se supone que tiene un amplio equipo de expertos comunicadores que lo asesoran, pero no hay caso, el ministro Jaime Mañalich suma y sigue en una espiral de idioteces a la que ya, infortunadamente nos estamos acostumbrando, pero que al margen de lo anecdótico, muestra el bajo nivel de nuestras autoridades en un momento crucial al que nos enfrentamos.

Lo peligroso de sus dichos radica en las consecuencias que traen, ya que sus inoficiosas controversias con los alcaldes y el colegio médico, lo alejan de cualquier posibilidad de cohesionar al conjunto de personas que se necesita para enfrentar una epidemia de tal magnitud que ya alcanza ocho mil afectados y un centenar de muertos. Quien lidera tan delicada tarea debería tener un mínimo de inteligencia emocional para asumir su complicada gestión, desarrollando un mínimo de humildad, por ejemplo, reconociendo que los ediles y los doctores tenían razón.

De la misma manera, Mañalich no entiende que llegó al nivel de un fanático cuando señaló que los daños oculares ocasionados a numerosos manifestantes por carabineros durante los meses de protestas, eran mínimos. Sin embargo, las sorprendentes declaraciones acerca del que el virus podía mutar y convertirse en buena persona o que los fallecidos por el Covid-19 pueden contabilizarse entre los recuperados, frases que han motivado festivos titulares en todos los medios internacionales, reflejan la poca seriedad que mantiene quien debe dirigir una operación que considera el fallecimiento de personas entre sus consecuencias. Pero las insinuaciones de los críticos a Mañalich dentro de las fuerzas gobiernistas, quienes proponen que sea reemplazado nada menos que por Piñera, se está transformando en un chiste cruel, que sería anecdótico si no estuviese en juego la vida de las personas.