SIMCE 2020: DIAGNÓSTICO DE UNA MUERTE ANUNCIADA

Luis Dávila Mendoza

El Sistema de Medición de la Calidad de la Educación, Simce, desde su inicio en 1988, fue cuestionado por profesores y demás trabajadores de la educación y por la mayoría de académicos e investigadores. Se criticaba su implantación sin una discusión previa por parte de los actores principales del sistema de enseñanza nacional. Es relevante reflexionar en torno al sentido, propósito y valores que un sistema de evaluación debería tener, ya que el Simce fue cuestionado debido a que es un instrumento introducido en pleno desarrollo del experimento neoliberal chileno, por lo tanto, es una prueba que mide estándares de mercado reflejados en meros y subjetivos resultados, así como en números, porcentajes y estadísticas, donde el ser humano está ausente. Si se escucha a personeros de diversos gobiernos y sus respectivos ministros de Educación, sus políticas siempre ponen el foco en los niños y jóvenes estudiantes, pero olvidan que estos son personas y constituyen la fortunas de la sociedad, por lo que se debe cuidarlos mental y físicamente, no exponiéndolos a traumas, estrés y otras enfermedades que afecten su equilibrio sistémico y cognitivo.

Hoy, el gobierno se empecina en aplicar esta prueba estandarizada, a pesar de la crisis sanitaria y el aislamiento que vive el país, con un año escolar suspendido e irregular, en el que los conocimientos y unidades curriculares llegan a solo un 40% de la población estudiantil y en forma deficiente. Queda de manifiesto que no ha existido equidad educativa, hay familias sin Internet o con una velocidad ínfima y no pueden recibir “clases online” y otras con recursos económicos y acceso a tecnología de punta para seguir clases virtuales a la perfección. El ministro Raúl Figueroa debería preguntarse, ¿qué consecuencias tendría el aplicar en estas condiciones el Simce en los niños y niñas de nuestro país? Parece que no se da cuenta de la crisis socioemocional que atraviesan las familias, del clima de presión y el empobrecimiento que viven como para someter a los estudiantes pequeños a este martirio. Las condiciones propicias del año escolar para implantar estos exámenes deben ser, primero el respeto a las personas de parte de las autoridades, hay que ponerse en los zapatos de los niños y niñas y comprender que tienen especificidades y características propias de un ser en desarrollo, no son iguales a los adultos que imponen órdenes y que “saben o no, adaptarse” a situaciones de crisis sociales, y segundo que el proceso debe ser flexible y que permita adaptarse a las circunstancias que se viven, no debe ser dogmático. Hoy las condiciones son propicias para modificar objetivos y unidades curriculares y desarrollar otras habilidades y destrezas sociales, de desarrollo personal, colectivo y emocional. Señores del ministerio entiendan que el camino para superar la crisis en la educación, no consiste en aplicar una prueba más, la solución radica en destacar y desarrollar climas armoniosos, relaciones agradables y vínculos afectivos en los pequeños estudiantes y en los jóvenes en formación, con lo cual se les va dando seguridad y solidez en su crecimiento y desarrollo, amor y confianza entre los pares y su entorno. Al final, importa que aprendan a vivir y disfrutar la vida como niños y adolescentes, para construir nuevas relaciones y una mejor sociedad. En la etapa post pandemia, profesores y escuelas deberán tener otra mirada pedagógica y sus Proyectos Educativos Institucionales (P.E.I.) reformulados y centrados en formar nuevas y nuevos ciudadanos.