¿Es factible la unidad de la oposición chilena?

¿Es factible la unidad de la oposición chilena?

Ante el inevitable desplome de la Derecha, el recambio neoliberal que levantan los ex concertacionistas, intentará reconquistar la hegemonía para volver al poder, pero solo puede hacerlo sobre los hombros del movimiento social, por ello, radicalizará su discurso buscando simpatías para luego desconocer todas las promesas argumentando que solo se puede avanzar “en la medida de lo posible”.

Es muy difícil que la Derecha pueda posponer indefinidamente el proceso constituyente y, muchos menos probable que logre controlarlo a través de una negociación equilibrada. El modelo político-económico comenzará a derrumbarse y tal situación ya es asumida por todo el espectro político. Las diferencias solo están en la forma y tiempos, aunque en política ninguna cosa se desmorona por inercia, si no se le derriba, por lo que la eventualidad de cambios solo es una tendencia analítica. Frente a ello, dos son las áreas en donde las definiciones se irán desarrollando, el proceso constituyente con todo un entramado difícil de prever con exactitud y las eventuales elecciones municipales y presidenciales, ambas en el 2021, en abril las primeras y en noviembre las segundas, respectivamente.

Pero, el país se encuentra en crisis social y política, por lo tanto, ambos eventos, el proceso constituyente como las elecciones, se encuentran en medio de gran incertidumbre. No obstante, lo que no está en duda es que de una u otra forma, en Chile se generará un cambio profundo durante el próximo lustro.

Así, el escenario ubica a la construcción de alternativas de sociedad como el principal quehacer de las entidades sociales y políticas, proceso que debe permitir a sus militantes construir las plataformas con las que enfrenten el proceso constituyente y los eventos electorales mencionados anteriormente.

Hasta el momento, el trabajo efectuado por las agrupaciones socialdemócratas está más adelantado que las de izquierda, aunque tienen diferencias que no son menores, al menos en lo teórico. El eje DC-Convergencia Progresista, derechamente se inscribe en la alianza internacional que busca la recomposición capitalista a través de un neoliberalismo remozado que ubica en un mayor chorreo su principal consigna, en la perspectiva de un bloque estatal-empresarial que articule acumulación capitalista con mayor subsidio a los sectores vulnerables, en el marco de una complementación con el proyecto de los grupos financieros transnacionales. En tal perspectiva se readecuarán viejas monsergas de la alianza público privada, la inversión extranjera, reforma impositiva y otras varias culebras.

Un segundo y difuso proyecto, plantea la construcción de un estado de bienestar, parecido a experiencias escandinavas o a las del periodo post segunda Guerra Mundial. Un intento de democratización de la sociedad asegurando derechos básicos, aunque sin abordar cambios profundos en la correlación de clases. En este sector se ubica el Frente Amplio, así como grupos progresistas y regionalistas junto al Partido Comunista, aunque este todavía no explicita con claridad su propuesta.

Las gestiones políticas en las alturas se condicionan a la movilización popular, lo que significa que no existe salida política viable sin contar con el pueblo y sin desterrar definitivamente el modelo neoliberal

La persistente debilidad de la izquierda chilena

Al frente de estos dos proyectos, que pueden oportunistamente aliarse, se encuentran numeroso grupos de izquierda que hasta el momento no han podido construir una propuesta nacional. Entendiendo a la izquierda como el sector anticapitalista que adhiere a una sociedad socialista y se opone al imperialismo en sus distintas versiones. A pesar de que la plataforma levantada durante largos años por distintas agrupaciones políticas izquierdistas ha sido asumida y perfeccionada por el movimiento social, no existe una correlación entre el amplio movimiento de masas antineoliberal y los partidos con líneas antisistémicas. Están tan distantes de los actores sociales relevantes como lo adeptos al neoliberalismo remozado o los proclives al estado de bienestar. La madurez de los actores sociales ha llegado a tal grado, que no existe un rechazo a la política sino que a los partidos, acusándolos de su fracaso en la lucha contra el modelo neoliberal. Por lo tanto, se asume la necesidad de construir nuevas organizaciones políticas, pero esto no significa un cambio de nombre, sino construir una nueva propuesta partidaria, que recoja los elementos históricos y, sobre todo, supere los conceptos y estilos arcaicos, lo que significa partir desde elementos epistemológicos relacionados a los instrumentos de análisis, hasta la definitiva eliminación del vetusto esquema comando-ejecución, desechando varios modelos sagrados de corte eurocéntrico como el excesivo estatalismo. Problema complejo que debilita la construcción de alternativas e imposibilita todo intento de unificar las orgánicas existentes, la mayoría de ellas compuestas por valiosos y valiosas militantes, pero que no pueden dar respuestas correctas porque no es un problema particular ni personal, es una dificultad colectiva que atañe a la totalidad de la izquierda latinoamericana. La derrota de experiencias progresistas que no resolvieron la disyuntiva del poder político del Estado y, sumidas en el clientelismo y la corrupción, se aislaron del pueblo que los eligió, después de largos años en el gobierno, es una lección que también debe analizarse.

La debilidad de Piñera demuestra que lo concedido en noviembre pasado fue un error, ya que existían las condiciones para generar un cambio profundo y superar el modelo neoliberal

La versión neoliberal remozada necesita de un sector importante de la Derecha para ser viable

No es fácil para cualquiera de las alternativas de gobierno que se pretenda levantar desde la oposición, alcanzar viabilidad si no establece claramente su proyecto de sociedad en el proceso constituyente. De allí derivarán fortalezas o debilidades en los distintos referentes electorales. El problema de la Derecha, que insiste en un modelo fracasado sin plantear una opción, también se extiende a los partidos opositores, que en este aspecto caminan detrás del movimiento social, el que a pesar de centrar su acción en plataformas reivindicativas, mantiene una alta politización en cuanto al rechazo del modelo, aunque muy limitada en lo relativo a la elaboración de un cuerpo de proposiciones de una sociedad alternativa, que no sea la explicitación de los derechos básicos. En tal sentido, el eje DC-Convergencia Progresista, tiene como gran problema, que necesita de una fracción de la Derecha para dar viabilidad a sus proposiciones, sobre todo, cuando deban verse aspectos complejos como la autonomía del Banco Central. Le será muy difícil conservar la conducta de doble estándar que ha mantenido hasta el momento, la que le facilita experimentar con cambios gatopardianos, pero impracticables en momentos de crisis como la que sufre el país. Podría acudir a generalidades, pero se aislaría del movimiento social, el que es muy distinto al de 1990, por lo que no puede usar su acostumbrada demagogia. A la par, el sector ligado al laguismo al interior de Convergencia Progresista, tendrá dificultades para alinearla en un gran bloque favorable al globalismo, que puede resucitar si Joe Biden sale triunfante en las elecciones presidenciales estadounidenses.

Los grupos hegemónico proclives al nuevo trato y al estado de bienestar sólo actúan por arriba

En relación con los grupos pro estado de bienestar y adherentes a un nuevo trato, la hegemonía que en su interior mantiene el Frente Amplio los debilita para impulsar una acción política efectiva, ya que esta coalición mantiene una deformación táctica que no puede superar: su devoción cuasi religiosa por el cálculo y a la gestión en la superestructura, lo que les perjudicó en el salvataje a Piñera en noviembre, terminado en una reducción de su alianza, razón por lo cual algunos de sus partidos reconocen que necesitan “ampliarse”. Es evidente que en Latinoamérica la racionalidad instrumental de origen europeo nunca ha echado raíces y su configuración está más cercana al realismo mágico, por lo que es fácil equivocarse. El otro gran problema de este sector, que mantiene diferencias en su interior que alcanzan a lo personal, se encuentra en la política de alianzas, ya que, de una u otra forma, solo pueden mirar hacia Convergencia Progresista, lo que debilita sus relaciones hacia sectores del movimiento social, aspiración que mantienen como estrategia de crecimiento. La tesis de la simultaneidad de las alianzas ya es antigua en la práctica de sectores de la izquierda socialdemócrata y, está más que comprobada su inconducencia a destino alguno. Durante la dictadura, fracciones del socialismo intentaron aplicarla con el calamitoso resultado que significó consolidar y expandir el neoliberalismo y, al final, se enredaron en su propio esquema y terminaron como administradores de un modelo ajeno resultando cómplices de la actual crisis, aunque no lo reconocen. Ya se comprobó que las tragedias en su segunda versión son una farsa.

La realización del plebiscito de octubre es importante para generar una ruptura con el orden establecido y se debe asegurar el triunfo de la opción Apruebo y Convención Constitucional. Sin embargo, su realización debe insertarse en una estrategia mayor que es el cambio de modelo y este factor no se reduce solo a la votación ni a la eventual realización del evento constituyente establecido en el negociado de noviembre pasado. La lucha política va mucho más allá y el movimiento popular solo tiene como aval su propia fuerza, expresada en su estructura construida a partir de la sociedad civil y el programa que desea instalar.

No se puede abandonar la petición de renuncia del gobierno ni la disolución del Parlamento, de lo contrario desde el Estado se establecerán los resortes para controlar el proceso constituyente y, en definitiva, será un retroceso. Lo que mostró octubre, fue la desesperación de la elite para buscar una salida a la crisis ante la nunca comprobada inminencia de un golpe de Estado. Incapaz de dar una solución por arriba, decidió traspasarla al pueblo buscando ganar tiempo. La Derecha vio en el coronavirus un factor coadyuvante en el aquietamiento de la crisis, pero se convirtió en elemento acumulador, porque nadie salva a un enfermo desahuciado con aspirinas. Fue un mayúsculo error que no sopesó su propia debilidad, pero que demuestra que las concesiones entregadas en noviembre pasado por la mayoría de la oposición parlamentario fue un craso error. Con un país paralizado, dos millones de personas en la calle y numerosos barrios insurreccionados, el gobierno solo pudo sostenerse porque desde de la cúpula del Estado, tanto el Congreso, el Poder Judicial y el alto mando de Carabineros, rechazaron lo que pedía explícitamente la ciudadanía. Fue una jugada magistral del empresariado, que recurrió a los obsecuentes y presionó a los timoratos. Hoy, el desgaste del gobierno hace casi imposible la defensa de Piñera, ya que en sus filas abundan las rebeliones. Se entrecruzan contradicciones religiosas, políticas y económicas. En este escenario el pueblo solo debe tener un objetivo: Avanzar.