El “legado” de Piñera o su elegante y adelantado funeral político

El extraño interés de los medios de comunicación de poner sobre la discusión el legado del presidente a un año cinco meses del cambio de mando, es indicativo de las evidentes dificultades que tienen la Derecha y el empresariado para administrar el Estado.
Si bien es cierto la tradición politiquera tiende a denominar de diferentes maneras la última fase de un período presidencial, hasta el momento, nadie comenzaba a hablar del “legado” de un mandatario, después de seis meses de cumplir la mitad de su gestión, ya que, en política, año y medio es mucho tiempo. Sin duda alguna, es la demostración de la situación anómala que vive el país, solo morigerada por el efecto de la pandemia, no obstante, al margen de la insólita situación, sus seguidores han coincidido en señalar que su principal “legado” será el haber permitido que el conflicto social y político vivido el año pasado, haya sido canalizado por los cauces institucionales. Al respecto, varias factores deber ser analizados, uno de ellos es la errada suposición de la Derecha y muchos opositores de que el conflicto político en Chile ya terminó, cuestión absolutamente relativa y que refleja la expresión de un deseo más que una conclusión realista. Las coyunturas de crisis no pueden ser cortas, ya que son la manifestación de un conjunto de elementos acumulados que explosan en cierto momento, por lo que nadie puede dar por concluida tal fase particular de la lucha de clases, si las causas que la provocaron no fueron superadas. Así, el conflicto no resuelto de la sociedad chilena manifestado esencialmente en la desigualdad, el abuso y la corrupción, lo que provoca bajos sueldos, salud miserable, mezquinas pensiones, falta de vivienda, alto endeudamiento y tantas otras falencias, es poco probable que baje su intensidad si no se resuelven sus orígenes. Asimismo, puede alcanzar cauces democráticos de resolución, solamente, si los grupos dominantes están dispuestos a disminuir sus ventajas, pero, en el caso chileno todo observador denotará que los privilegiados buscan diferentes excusas para poder seguir gozando de sus granjerías. En tal aspecto, Piñera ha estado muy lejos de resolver o encauzar el conflicto político y social que sufre Chile, el que se extenderá más allá del término de su mandato, inclusive nadie puede asegurar que culmine pacíficamente, y si derivase a una cruenta confrontación sería de su exclusiva responsabilidad, ya que ha hecho lo imposible por mantener las bases del modelo que provoca la beligerancia en el país. Además, los atropellos a los derechos humanos que genera la acción de las fuerzas represivas, indican que su gestión pasará a la historia como una de las más brutales, ya que los abusos policiales son manifiestos y hasta el momento no ha tomado ninguna medida que permita remediar tal situación, todo lo contrario, ha fortalecido el aparato represivo policial.
Hasta el momento el “legado” de Piñera es la tozudez para mantener un modelo fracasado y la represión brutal que ha desencadenado contra el pueblo que protesta, mientras su familia sigue haciendo negocios.
La inversión en implementos represivos así como la asesoría extranjera para la capacitación policial de choque y la negativa a cambiar los altos mandos de Carabineros, son algunos de los indicadores que muestran la disposición de Piñera a normalizar el país sobre la base de un orden coactivo. Inclusive, el ministro Víctor Pérez señala que “ahora están mejor preparados” para enfrentar las protestas ciudadanas y, durante estos meses, ha desarrollado todo un dispositivo destinado a rescatar la calle de sus opositores. Igualmente, con la complicidad de congresales de la ex Concertación, se aprobaron absurdas y peligrosas leyes restrictivas que castigan fuertemente a la disidencia social, mientras Carabineros actúa como el brazo policial de la Derecha, atacando con furia los intentos de reactivación de las protestas callejeras, de igual manera, en el territorio mapuche, se ha convertido en una organización militar que actúa en el terreno rural en forma abiertamente contrainsurgente. Vale decir, no existe voluntad para resolver el conflicto social en términos políticos, por lo que acude a la guerra antisubversiva. En tal sentido, el gobierno, incapaz de controlar el país sobre la base del consenso ciudadano y el bien común, insiste en reprimir y retrocede tácticamente aceptando el plebiscito, pero en ningún momento, deja de lado la defensa de los intereses de los grandes grupos empresariales-financieros que dominan el país. Seguramente, ese es el legado que busca Piñera, haber servido eficientemente en la defensa de su clase social frente al pueblo rebelado. Es poco probable que lo logre.
