El punto débil del gobierno es su falta de iniciativa política

El punto débil del gobierno es su falta de iniciativa política

Con la hegemonía de los ex dirigentes de la vieja Concertación en el gobierno, se suponía que los acuerdos con la Derecha vendrían de la mano. Sin embargo, tal conjetura no pasó de ser solo eso, una nueva presunción, dejando a Boric inhabilitado para recuperar la iniciativa política, con el temido inmovilismo a la vuelta de la esquina.

La gran pregunta es: ¿Cómo podría el gobierno desplegar cualquier iniciativa política si apostó a una negociación que no se efectuará? Es evidente que el gran problema de Boric es el inmovilismo y, hasta ahora, no se observa gestión alguna en la perspectiva de generar una modesta ofensiva.

Nadie tiene claridad en cuanto a los pasos que dará el gobierno en el futuro cercano, debido a que el espacio se le estrecha cada vez más, en momentos en que se necesita más capacidad de movimiento, ya que el inmovilismo es fatal en todo proyecto político, por muy bienintencionado que sea.

Lo sucedido en el Senado, así como la evidente parálisis en las reformas, tiende a relegarlo a inauguraciones acotadas a la campaña electoral y no hay novedad en la implementación de medidas programáticas, siendo poco probable que en el corto plazo se revierta tal situación. La cuestión central es la apuesta cerrada a un acuerdo con la oposición de derecha, una estrategia que no tiene futuro.
Frente a ello, ¿qué podría hacer?

Es evidente que los empresarios no aceptan cambio alguno que ponga en peligro la acumulación de ganancias e insisten en que se les asegure un escenario de certidumbre para que recién se decidan a invertir, por tanto las expectativas de crecimiento son modestas. Según tal esquema, que el gobierno admite como válido, no hay posibilidad de redistribución.

Entonces el cuento es de esos que nunca terminan, ante ello, tampoco hay decisión para utilizar normativas y recursos que no necesitan de la aprobación del Congreso. Mucho menos para involucrar al pueblo en iniciativas que, al menos, posibiliten vivir medianamente bien. Visto de esta manera, el gobierno tiene poca fuerza para desplegar una ofensiva y son los empresarios, a pesar de su dividida representación política, los que tienen la sartén por el mango.

Salir de los salones

Un elemento a destacar es la forma en que la oposición derechista ha arrinconado al gobierno en el palacio de La Moneda y cómo lo obliga a tener que responder continuamente a sus acusaciones y demandas, muchas de ellas limitando en lo absurdo y, sin destino alguno. En apariencia, es un intento de “ablandarlo”, para que no siga insistiendo en las reformas y se defina por un pacto subordinado a la mantención rígida del modelo.

Ingenuamente, los analistas de la Derecha, en sus publicaciones tratan de presionar para que el consenso nazca con fórceps, sin atender a las causas estructurales que impiden los acuerdos. Pero, con el gobierno algo paralizado, el rumbo lo fija la oposición, aunque esta aún no se define con relación al tenor de los acuerdos y está dividida indefectiblemente. Pero asume unánimemente que el modelo no puede cambiarse, por el contrario, debe “perfeccionarse”.

En definitiva se presenta un empate político que no puede destrabarse ya que las diferencias son grandes y no hay espacio de acercamiento, debido a que cada cual siente que supera al otro como para entregarle una carta de éxito gratuitamente. Habiendo construido una mayoría, aunque algo inestable, en el Congreso, la Derecha afincada en Chile Vamos no cede y pretende que lo haga Boric, así podrá plantarse frente a los republicanos indicándoles que se pueden lograr acuerdos que favorezcan al sector, pero aquello se acerca a una ilusión.